Últimamente se habla mucho en relación al problema saharaui. Como es sabido, en 1976 el Gobierno de Marruecos, vulnerando la legalidad internacional, invadió el territorio. No se obró de forma correcta, celebrando un referéndum de autodeterminación, y esa situación de hecho persiste. Fue constituida entonces la llamada República Árabe Saharaui Democrática, que ha sido ininterrumpidamente gobernada por el Frente Polisario.Leemos con frecuencia que el Polisario es “el legítimo representante del pueblo saharaui”. ¿Pero en base a qué se realiza esa afirmación? En cualquier país democrático los legítimos representantes tienen que someterse a procesos electorales y, por eso mismo, cambian con frecuencia. Para que haya una democracia es necesario que exista libertad de expresión, pluripartidismo y que se celebren elecciones libres. Aunque es cierto que la situación en los campamentos no es de normalidad, esas pautas pueden ser alcanzadas. Hay que ayudar a quien es víctima de la injusticia. Pero no se trata de repetir el viejo error de apoyar sin condiciones a movimientos políticos que terminan constituyendo una dictadura. Tras muchos años en esa situación, los saharauis temen caer en el olvido. Por eso hay quienes creen que ha llegado de hora de emprender una guerra contra Marruecos. Aunque dada la inmensa desproporción de fuerzas, esa sería una opción suicida. Por otra parte, el realizar acciones terroristas se volvería contra ellos. Pero hay otras salidas. A la RASD le vendría bien el transmitir que tiene vocación de ser un estado de verdad y que (haciendo honor a su nombre) funcionan realmente como una democracia. Tienen la posibilidad de suscitar la atención del mundo. En África hay muy pocos regímenes dignos de ese nombre.