l día 6 de julio me encontraba paseando por la zona del Labrit y la plaza de toros y me embargó una mezcla de alivio por el ambiente tranquilo y transitable que había y de nostalgia por los Sanfermines, pero no por los Sanfermines que dejamos en el año 2019, sino por aquellos Sanfermines en los que era posible la convivencia entre la fiesta y la vida cotidiana. ¿Cuándo empezó a cambiar este equilibrio? Hay algunos hechos que ayudaron a este cambio: la retransmisión de los encierros en directo por la TV que los dieron a conocer en todo el mundo, la facilidad de la movilidad con los vuelos baratos, etcétera, y la masificación del turismo en general.

Desde entonces los diferentes gestores del Ayuntamiento no han hecho otra cosa que adaptar las fiestas a ese crecimiento imparable para ofrecer la ciudad en su totalidad a esta nueva forma de entender el ocio y, por supuesto, ayudar a los intereses económicos de los sectores, siempre insaciables, que se benefician de la masificación y de la obtención de dinero rápido y fácil.

Las fiestas de San Fermín se desarrollan en la ciudad, por lo tanto pertenecen a la esfera pública, que ya desde los tiempos de los griegos en Atenas correspondía y concernía a la ciudadanía. Los ciudadanos tenemos mucho que decir sobre cómo queremos que sean nuestras fiestas y cómo queremos que se ocupe el espacio de nuestra ciudad y de qué manera queremos que se empleen nuestros impuestos.

La pandemia nos ha hecho cambiar muchas costumbres que no sé si volverán cuando todo pase, si es que pasa definitivamente alguna vez. Puede que en el futuro nuestras vidas transcurran con limitaciones que afectarán, sobre todo, a aquellas que tienen que ver con las aglomeraciones.

Pienso que es un buen momento para abrir un debate sobre qué fiestas queremos todos los ciudadanos, en el que participen tanto los que les gusta la fiesta como los que no, porque a todos afecta.

¿Cómo se pueden transformar los Sanfermines para que sean unas fiestas compatibles con la vida cotidiana y adaptados al siglo XXI? De la misma manera que se habla en economía del decrecimiento sostenible, hagamos una transición a unos Sanfermines sostenibles, más pequeños, con menos producción y consumo. Es decir, que dejen de ser un parque temático para enriquecimiento de hosteleros codiciosos, para beneficio de grupos mediáticos o para el turismo masificado. Por todo ello es necesario redimensionar las fiestas y preguntarnos también, de paso, si los toros son una opción de entretenimiento cuando ya todos sabemos, sin ninguna duda, que las corridas y los encierros son maltrato animal.

De esta manera podremos algún día disfrutar las fiestas de San Fermín en un espacio cívico, amable, transitable y del siglo XXI.