o veo esperanza para el futuro de nuestra gente si dependen de la frívola juventud de hoy en día, pues ciertamente todos los jóvenes son salvajes más allá de las palabras... Cuando yo era joven, nos enseñaban a ser discretos, respetar a los mayores, pero los jóvenes actuales son excesivamente ofensivos e impacientes”, seguramente esta afirmación de Hesíodo en la Antigüedad no resulta para nada anacrónica a la vista del nivel de criminalización con que se ha tratado últimamente a ese colectivo tan diverso que es la juventud. Algo que nos confirma que el conflicto generacional es más viejo que la tos, que ha sobrevivido a lo largo de los siglos, incluso sin redes sociales que magnificaran estereotipos, estigmas y prejuicios.

A estas alturas de la pandemia, resulta obvio decir que determinadas actuaciones censurables, que las hay, no dependen tanto de la edad sino de los comportamientos personales y, que de cada acción individual depende el bienestar colectivo. Lo vemos día a día y no por evidente deja de ser necesario repetirlo. O tan sencillo de entender como que esta última ola no es la ola joven, es la de las personas que no habían sido vacunadas.

Esta oleada de reacción de criminalización de la juventud, en realidad esconde cierta incomodidad porque las personas jóvenes puedan impugnar el modelo vital imperante hasta ahora. Esta incomodidad demuestra inseguridad y pone en evidencia las debilidades que tenemos como sociedad.

La juventud ha hecho todo lo que la sociedad pedía, se ha formado, ha aprendido idiomas, ha salido al extranjero, ha hecho un master, y otro más, y luego se ha encontrado con este muro generacional, que se viene construyendo de manera silenciosa a lo largo de las últimas décadas, pero que la pandemia ha puesto delante de nuestras narices. Un muro que evidencia que la brecha entre las expectativas prometidas a la juventud cada vez sea mayor sobre las expectativas reales. Esta realidad muestra que ni entendemos ni controlamos el mundo en el que vivimos, se nos escapa de las manos. Y que, por supuesto, es momento de afrontar un nuevo pacto intergeneracional.

Evolucionamos porque nos adaptamos. Nos va a costar más o menos, pero estamos en vías de salir de la pandemia, lo vamos a sobrellevar de una manera o de otra, pero en este proceso no podemos permitir que los grupos más vulnerables, entre los que se encuentra la juventud, se vean excluidos.

“¿Cuándo fue la última vez que le dijimos a nuestra juventud que nos sentíamos orgullosa de ella? ¿Estamos realmente apoyando a esta generación de jóvenes o por el contrario estamos cerrándole aún más las puertas de su futuro por nuestro propio egoísmo?” nos interpela la Rosario, una abuela influencer en su canal de Instagram que, con su acento extremeño, nos pone delante del gran reto de dar respuesta a las necesidades de la juventud que ahora mismo tenemos como sociedad.

Es necesario construir un pacto generacional, en los próximos años. Nos jugamos la próxima década, tenemos la oportunidad de afrontar esta cuestión de fondo, siempre postergada. No es necesario volver atrás sino reconstruirnos y hacerlo de manera intergeneracional y ambiciosa. Las pensiones son un pilar imprescindible, la garantía de una sanidad pública, la promoción de un trabajo decente -que impulsaremos con especial mirada a la juventud, a través del Plan de Empleo, recientemente aprobado-, abordar la emergencia climática, el respeto del medio ambiente, la igualdad y la sostenibilidad de la vida, el acceso a una vivienda digna... Hacer frente a esta crisis defendiendo los derechos de la ciudadanía, y con especial foco en nuestra juventud, es posible y debe ser el camino a seguir desde el que trabajamos desde el Gobierno de Navarra y el Instituto Navarro de la Juventud.

Miguel Hernández ya lo dejó claro: “la juventud siempre empuja, la juventud siempre vence...”. Por eso, en el Día Internacional de la Juventud 2021, es importante reconocer el valor de la población joven, la necesidad de afrontar sus desafíos, que son los de toda la sociedad, y de proporcionarle las herramientas para ello.

*El autor es director gerente del Instituto Navarro de la Juventud