¿Quién transmite cultura? ¿El que se supone que tiene más al que todavía no la tiene tanto? Pero hoy existe una fuerza oscura entre las tinieblas, donde las cosas van medio camufladas, que actúa para toda la sociedad en forma publicitaria de todo tipo. Internet, en cuanto a su uso de las redes, en buena parte es teóricamente gratis, pero está plagado de formas estudiadas para retener tu atención y que muerdas anzuelos de aquí y allá sin casi darte cuenta. Y no digamos nada del abuso obsesivo de publicidad en las televisiones, y nadie quiere ponerse a regular eso. Y todo ello en su conjunto es una forma de transmitir un tipo de cultura muy degradada y malintencionada por parte de aquellos poderosos que intentan dominar el cotarro de la sociedad del planeta. Si vemos actuaciones que manifiestan formas de enfado distorsionado, pues habría que pensar también qué clase de valores ha recibido la juventud desde hace muchas décadas. ¿Es normal contemplar como culturalmente armonioso cosas como los excesos de todo tipo, tan exagerados, en lo que han sido los Sanfermines de Pamplona, Carnavales de Río y etcétera? Pues de una cosa viene la otra. De que en el pasado nadie ha querido analizar esas fiestas como anormales, porque dan desahogo a los malestares y enfados de cada uno a lo largo del año, y a la vez mueven mucho dinero. Por lo tanto, lo que Joseba Santamaria llama “gilipollez” al hacer un estudio reflexivo sobre el presente, en parte tiene su razón de ser. Hoy veo yo otra cosa que sucede con el dinero destinado a actos culturales de todo tipo, y más en el verano. Se trata de tener entretenidas a muchas personas con inquietudes artísticas y de todo tipo, pero muchas veces la calidad de eso que se promueve, e incluso la responsabilidad al organizar, dejan mucho que desear para poder considerarse culturalmente enriquecedor. Es otra forma de opio para el pueblo. Habría mucho que hablar sobre estas cosas.