l 7 de mayo de este año mi marido, Joaquín Jesús Arce Yabar, acudió al médico de familia para informarle de que venía sufriendo alteraciones cardiacas desde hacía semanas, 76 días más tarde moría sin haber sido visitado por un cardiólogo. A sus 65 años, había sido sometido a dos operaciones de corazón porque padecía, entre otras dolencias, cardiopatía valvular mixomatosa, insuficiencia mitral severa por prolapso valvular, insuficiencia tricuspídea, y le habían colocado marcapasos, pero, al parecer, estos antecedentes no fueron suficientes para que ni su médica del centro de salud ni los que le atendieron en Urgencias el 11 de julio consideran necesario que le reconociera un especialista pese a su petición expresa. De hecho, tras su complicada operación quirúrgica tardó más de un año en ser atendido para la revisión y en todo este proceso nunca tuvo un seguimiento por el mismo cardiólogo sino que le atendía el que estuviera de turno. Es lamentable que la magnífica labor de los cirujanos haya tenido tan pobre seguimiento. Hasta el triste desenlace que ha dejado a una mujer sin esposo, a una hija, sin padre y a un nieto, sin abuelo, la historia se desarrolla de la siguiente manera. El 7 de mayo, Joaquín acude al centro de salud de la Txantrea, donde explica a su médica que venía experimentando más palpitaciones de lo normal (110 en reposo), mareos y un cansancio que le impedía hacer esfuerzos, de hecho, para la visita con su médica fue necesario llamar a un taxi porque no podía recorrer andando los 600 metros que separan nuestra casa del centro de salud, un paseo de 8 minutos. En esa consulta, la médica de familia solicita una cita con cardiología con carácter preferente, pero, inexplicablemente, lo dejan en lista de espera. El 16 de junio yo misma informo a la médica de cabecera de que aún no habían citado a mi marido, que continúa con los mismos síntomas, y aunque, según afirma ella misma, no le da la impresión de que esté "tan mal" como yo le cuento, nos aconseja llamar a Atención al Paciente. Es aquí cuando descubrimos que no va a ser citado hasta septiembre porque la especialista no está disponible. Ante nuestra queja, días más tarde recibimos un cita para el 5 de agosto con otra doctora. "Hasta el 5 de agosto nada", se lamentó mi marido al recibir la cita porque temía un desenlace fatal antes de esa fecha. Los días siguen pasando y lejos de mejorar sus síntomas se agudizan, hasta el punto de que nos asustamos y vamos a Urgencias, donde le dan el alta sin que lo vea un cardiólogo pese a que mientras le hacían un radiografía sufre un mareo y a que la médica que lo atiende admite que es necesario un estudio para saber si los síntomas estaban causados por sus problemas cardiacos. Ni especialista, ni estudio. Nos mandan a casa a la espera de la consulta del 5 de agosto, una consulta que nunca llegó porque Joaquín murió sentado en su sofá 10 días después de ser atendido en Urgencias y 13 días antes de que por fin fuera a ser recibido por un cardiólogo. Mi marido se perdió en un sistema sanitario que no estuvo a altura de las circunstancias. ¿Cómo es posible que le citen con una especialista que no le puede visitar antes de septiembre? ¿Cómo es posible que desde Urgencias lo manden a casa sin un diagnóstico y una solución? Era el corazón, no una tendinitis. Se nos llena la boca con la calidad de la sanidad navarra, pero para mi familia la experiencia ha sido la contraria. Él tenía mucha fe en la ciencia y en los médicos, su experiencia con su anterior médico de familia, Vicente Estremera, ahora jubilado, fue estupenda. Es más, en una situación similar, él mismo se encargó de pedir una ambulancia para que trasladaran a Joaquín a Urgencias. Pero el Servicio Navarro de Salud nos ha defraudado. Mi marido se merecía haber sido reconocido por un cardiólogo, pero murió sin conseguirlo. Eso sí, cuatro días después de su fallecimiento y cuando estábamos de camino al cementerio para llevar flores, recibimos una llamada desde el servicio encargado de los marcapasos para revisar el aparato. Habían registrado alteraciones. "Llegáis tarde -les respondió mi hija-, mi padre ha muerto". Hemos presentado dos reclamaciones, una en el centro de Especialidades Príncipe de Viana y otra, en el centro de salud para solicitar, este caso, una reunión con la directora. Nos gustaría que Osasunbidea nos diera una explicación. ¿Quién es el responsable de que a mi marido, con una solicitud preferente, se le incluyera en una lista para una especialista que no le podía recibir hasta septiembre? ¿Estaría vivo de haberse atendido nuestra petición? En definitiva, que alguien nos aclare por qué Joaquín murió a la espera de ser recibido por un cardiólogo.