El obispo Francisco acaba su mandato. Nada se sabe de su sucesor. Los cristianos no tienen voz ni voto en su elección. Sí, en cambio, los poderes fácticos, a saber, el Estado español y las fuerzas integristas de la Iglesia española. Ninguna mujer participará en su elección, ni tampoco el papa Francisco, que se limitará a firmar lo que aviesos consejeros le presenten. Este proceder no es evangélico. Tampoco responde a la tradición de la primitiva comunidad cristiana que dice que lo que a todos concierne debe ser elegido por todos. En cuanto a la gestión del obispo saliente, deberíamos tener una palabra -no solo los creyentes- de análisis y de juicio por áreas de su labor. Él mismo debería prestarse a ello, en una asamblea abierta a toda Navarra, interconfesional, dialéctica, en un marco de mejora social y no de búsqueda de chivos expiatorios.Si se nos prohibe elegir obispo, debemos plasmar nuestras exigencias y reivindicaciones para el próximo. Dos campos de especial crudeza: el dinero -inmatriculaciones incluidas- y las agresiones sexuales del clero con sus respectivas indemnizaciones económicas. De estos años, flagrantes vacíos: cierta militarización de la diócesis, colonialismo clerical, silenciamiento sistemático del papa Francisco, alineamiento con las élites financieras, ausencia de profetismo y un desvergonzado plegamiento a la derecha política. Clamorosos fallos: carencia de un plan de formación bíblico del pueblo cristiano y de una mística de la pobreza y minoridad, inexistencia de vida trinitaria, exclusión del ecofeminismo y represión de la identidad vasca de Nafarroa. Si el nombramiento del obispo es político, políticamente lo combatiremos.
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