a perspectiva, hasta institucional, de que entramos en una nueva normalidad post pandemia, nos exige repasar cuestiones a resolver que nada tenían que ver con ella y que, por tanto, deberían haberse abordado antes.

A cuenta de la última OPE (esta de enfermería, pero ha habido y hay más previstas), parece que primar el euskera, que es lengua propia de Navarra, sigue siendo impropio del nivel lingüístico de los navarros a los que, al parecer, se les prefiere extranjerizar lingüísticamente.

Además, es sangrante que una ley foral determine que una zona de Navarra es no vascófona.

Si fuésemos a la toponimia, más acorde con la naturaleza de zona, es sencillamente falso. Si nos referimos a personas, también. Muchas o no, después de años de uso del euskera en la enseñanza, la comunicación y las relaciones sociales, hay una progresión en el número de personas que saben usan y/o quieren utilizarlo. Después de 35 años de ley foral que tiene como uno de sus principios su fomento, sería reconocer un fracaso colectivo no haberlo hecho. Debería modificarse la Ley para, entre otras cosas, evitar que se siga consagrando esa falsedad tan hiriente. Será, para algunos, "poco vascófona", pero nunca "no vascófona" para nadie con dos dedos de frente.

Durante la pandemia, con las limitaciones conocidas de distancias, aforos, horarios, etcétera, se han organizado multitud de actos más o menos cultos y culturales (parece que cabe de todo en ese epígrafe), obligando a cumplir esas limitaciones.

Tuve la ocasión de observar al público que, a ratos, se acomodaba en el pretil del puente de acceso a la Ciudadela e incluso en los yerbines de los revellines para ver el espectáculo hípico, que ni guardaban, ni podían hacerlo porque el espacio es bastante reducido, distancia alguna. Aunque no fuesen muchos, el riesgo era oficialmente notable. ¿No era más lógico, menos discutible medioambientalmente hablando, más cómodo para el público y más adecuado a sus características y a las condiciones existentes, haberlo organizado en la plaza de toros? A la Meca, entidad castigada doblemente por la pandemia y la falta de espectáculos, le hubiese venido de perlas que se la alquilasen y contribuyese a la organización con los gastos necesarios para la adecuación que hiciese falta. Y el público interesado, habría estado más cómodo y seguro. Y probablemente los animales, también. Y seguro que para el entorno de la Ciudadela, mucho mejor.

Y hablando de la Ciudadela, echo en falta una llamada de atención (mejor una resolución ejecutiva) de Príncipe de Viana que impida la reiterada costumbre municipal de instalar un chapucero cercado de obra para delimitar, con generosa amplitud, el espacio escénico creado para, espero, el verano. ¿Tan gravoso sería que, incluso limitando el aforo como se hizo en la Plaza del Castillo con ocasión del concierto de La Pamplonesa el día del privilegio de La Unión, pueda un público de gorra seguir los espectáculos en la distancia y de pie evitando ese horripilante cerramiento?

Ahora se habla ya de la preparación de los próximos Sanfermines que se esperan, deseamos, plenos. Miedo da que las cabezas pensantes planeen originalidades para destacarlas con nombres rumbosos como de las murallas, del encierro, torneo mundial y otros que traten de emular al celebrado de ajedrez en la calle Estafeta que, debo reconocer, me hizo sentir vergüenza ajena. Y ajena porque nunca hubiese compartido la organización de ese acto ya que ni la calle ni la ciudad merecían semejante pretensión de ponerla así en un escaparate nada menos que ¡mundial!

Los Sanfermines serán muy bienvenidos pero, por favor, sin rarezas ni ridiculeces y adecuando los actos a los espacios apropiados que esta ciudad los tiene.

La Ley Foral del Euskera será para algunos "poco vascófona", pero nunca

"no vascófona" para nadie con dos dedos de frente

Los Sanfermines serán muy bienvenidos pero, por favor, sin rarezas ni ridiculeces

y adecuando los actos

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