La llamaban Sra. marquesa, siempre exigente y exquisita.Solía decir: “La tienda hay que vivirla”, y ciertamente eso hacía, vivía por y para la tienda. Buscaba en internet detalles, adornos y estilos para decorarla. Los escaparates tenían que armonizaran en formas, colores y calidad. Si no encontraba el complemento aparente, lo traía de su casa o lo compraba con su dinero. Ella era la que abría y cerraba la tienda todas las mañanas.Que cuadrase la caja era su gran preocupación. “Está niquelado”, decía contenta, y celebraba una buena venta más que si fuera su propio negocio. Soltaba lo que pensaba, sin filtros, tan directa que a veces molestaba a la gente. Pero las que le conocíamos sabíamos que era una persona generosa, afectuosa y de gran corazón. Iba de moderna: le gustaban los vaqueros, las playeras Victoria y los pañuelos de colores, pero sabía apreciar los objetos antiguos, cuadros, joyas y cualquier objeto de valor. Ella indicaba el precio; ella decidía lo que era digno para la venta y lo que no. Ella era el pilar de la tienda-boutique del París 365 de la calle Mayor. Ella, Lydia, nuestra voluntaria, bruscamente se ha ido. Hasta siempre Sra. marquesa. No te olvidamos.