entro de nuestro pensamiento europeísta, occidental y buenista en general... está pensar que todo lo que nos ocurre, lo bueno y lo malo, a nosotros, tiene que pasarle a todo el mundo y nuestra solución es la buena solución.

Solo nosotros hemos sobrevivido a guerras interminables, pestes, conquistas, reconquistas. Somos los portadores de la verdadera religión y con ella hemos salvado civilizaciones que estuvieron a punto de ser condenadas al fuego eterno sin posibilidad de salvación... y tenemos el convencimiento de que con nuestros métodos y nuestra verdad, todo el mundo va a ir mejor (sobre todo nosotros).

Nos llegó la pandemia del covid. No se sabe cómo ni por qué, es como la primavera, ha venido y nadie sabe cómo habrá sido. Dictamos unas normas de obligado cumplimiento, que nos obligaron a recluirnos en nuestros domicilios. No tuvimos relación ni con nuestros más allegados. Murieron una parte importante de nuestros mayores en la más absoluta soledad. No pudimos ni despedir dignamente a nuestros difuntos. Gastamos una ingente cantidad de recursos para producir unas vacunas que nos iban a liberar de virus maligno... y cuando ya parecía que todo estaba solucionado, podíamos disfrutar libremente en los locales de ocio, la vida volvía a ser bella... y de repente... ¡toma la sexta ola!

Igual salvamos la Navidad, pero ya estamos otra vez en el laberinto. ¿Saldremos de esta solos o habrá que vacunar a todo el mundo?

Ya lo han dicho nuestros gurús del G-20, en breve plazo vamos a vacunar al 80 por ciento de la población mundial (cuando nosotros ya tengamos la tercera dosis). La vacunación va a ser contra la covid, por supuesto, y vamos a poder seguir viajando por el planeta sin riesgo de contagiarnos ni de que nos contagien y así el mundo será más seguro, para nosotros, sin duda alguna.

En nuestro viaje a Uganda del pasado verano comprobamos que los dirigentes locales, siguiendo las normas internacionales dictadas contra la pandemia, limitaron la movilidad de los ciudadanos (salvo la de los turistas que traen divisas y que también les vino de perlas para controlar un poco más a sus súbditos) y prohibieron la circulación del transporte de pasajeros, no pudiendo transitar ni autobuses de línea, ni taxis ni vehículos particulares, lo cual supuso que mucha gente no pudo acudir de forma regular a los centros de salud.

En los países cercanos al Nilo, especialmente al lago Victoria, el problema no es el covid, el problema es la malaria. Si de covid han muerto unos cientos de personas, de malaria mueren en la zona más de 200.000 personas al año. Con las restricciones de movimiento, mucha gente no ha podido tratarse adecuadamente de la malaria y parece ser, todavía no hay estadísticas al respecto, que esta enfermedad ha sido más mortífera de lo habitual en este periodo de restricciones de movilidad.

Si estamos hablando de más de 200.000 seres humanos que mueren todos los años en esta región por causa de la malaria (porcentualmente es infinitamente mayor que todos los muertos por covid en el mundo), ¿por qué no se destinan recursos para conseguir una vacuna contra esta enfermedad?

Sería más que suficiente con la quinta parte de los recursos que se han destinado a nuestro covid para erradicar esta mortífera enfermedad, que se lleva por delante sobre todo a niños. Pero ¡no es nuestra enfermedad!