Una vez más, comprobamos cómo, en momentos especiales, el inconsciente habla, revelando la verdad, profunda, de la persona, y mostrándonos que el imaginario inquisitorial sigue más vivo que nunca en la derecha española. Eso es lo que le sucedió a Pablo Casado, dirigente del PP, al ver la imagen de esas cinco mujeres en la escena pública.

Es su condición femenina la que hace surgir de lo más profundo de su inconsciente la España negra, la España inquisitorial que lleva dentro y de la que es cualificado representante. Es tal la interpelación que esta imagen le produce, que no duda en calificar la comparecencia de aquelarre y, por consiguiente, a sus componentes de brujas, sorgiñas en euskera. Lo que no dijo, pero está implícito en su nominación inculpatoria, es que éstas, perseguidas y quemadas por la Inquisición española, eran las que celebraban sus reuniones en el prado del macho cabrío, akelarre en euskara. En su talante inquisitorial parece no ser consciente de lo que esa valoración dice de él y de su partido. Es sorprendente que nadie haya puesto a este nuevo Torquemada en su lugar, habida cuenta de la gravedad de sus declaraciones, que en este momento suponen dejar a esas mujeres a merced de los inquisidores que proliferan en la España negra.

En Euskal Herria conocemos bien esa mentalidad inquisitorial española por haberla sufrido en el pasado y también en el presente.