“Largo pétalo de mar” que lo bautizó Pablo Neruda y lo reafirmó Isabel Allende con su última novela. Chile siempre estuvo en nuestro corazón, al igual que las humanidades que se desperezan. Sus recientes elecciones han cantado una enorme polarización del voto. Los resultados muestran a las claras una población dividida. Puede y debe haber puja por una nueva sociedad, pero no debe haber desgarro, es preciso trascender la ancestral confrontación.El nuevo Bolsonaro que ya eleva su estridencia y que quiere gobernar el “largo pétalo” avanza en las encuestas. A su alternativa, el polo de progreso que en buena medida capitalizan los herederos de la revuelta de 2019, no le gane el resentimiento, sino el anhelo de alborada.Lo nuevo se ha de significar porque se ha aligerado de rencor hacia lo viejo y quienes lo sostienen. Si no, no será nuevo, seguirá siendo antiguo, pues no hay nada más caduco que la confrontación humana y el rencor. A diferencia de otros líderes sudamericanos izquierdistas, el posicionamiento netamente crítico del candidato Gabriel Boric ante la feroz dictadura nicaragüense, da balón de oxígeno a la esperanza.Las humanidades se dividen entre aquellas que aspiran a mirar para adelante, que procuraran un orden más justo y las que quieren mantener el injusto orden del pasado. Estamos indudablemente con la humanidad sedienta de un mañana más solidario y fraterno, pero éste deberá siempre ser sin animadversión, sin frentes. Construir lo nuevo no pasa necesariamente por destruir lo viejo, basta con dejarlo caer, basta con levantar la alternativa. El candidato de la izquierda chilena esperanzada, que pronto se volverá a batir por la presidencia chilena, lo comprenda.