a serie de intriga, cainismo, corrupción, oscurantismo y carencia de escrúpulos e ideología que se ha visto en la crisis del PP, como teatro, resulta un espectáculo hasta entretenido. Como reflejo de la realidad política, es muy, muy preocupante.

No solo porque refleja una encarnizada lucha por el control y poder en la organización, sino porque evidencia que, para algunos, la política es un medio de medrar a costa de lo que sea incluso aunque se proponga a la sociedad que la falta de principios es método de éxito.

Entre tanto lío destaca, para mí, la simpleza del planteamiento informativo: no conozco que nadie reflexione sobre la facilidad con que se puede pasar de militar y/o apoyar a un partido político como el PP por VOX. ¿Tan poca distancia ideológica existe entre ambos cuando está en juego hasta la propia democracia?

Porque no olvidemos que la extrema derecha lo es no sólo por un liberalismo del "sálvese quien pueda" que arruinaría los logros del Estado de bienestar, la igualdad, el respeto al inmigrante y la abolición del racismo y la xenofobia. También porque no cree en la democracia sino en la dictadura que no dudaría en aplicar de ser, como Hitler, elegido en las urnas.

Pues bien, esta falta de distinción en los principios más elementales de la estructuración y organización de la sociedad quedan ocultos bajo el anecdotario de las encuestas de intención de voto, que se quedan en los porcentajes y números y no en las consecuencias de los mismos.

Sabido es que en una democracia caben incluso los que no creen en ella pero no debemos olvidar que, durante muchísimos años, esta sociedad la dirigió un dictador con un régimen que parece que nunca existió porque sus herederos nunca se han reconocido como tales. Franco creó demasiados franquistas como para que desaparecieran sin dejar rastro. Y estos no solo existen sino que están activos aprovechando los instrumentos democráticos que ello no dejaron ni que existieran mientras mandaban. Y hoy comprobamos cómo proliferan personajes que, amparados en las democracias, desprenden un enorme "olor" dictatorial como Putin y Trump, por citar unos ejemplos conocidos, y hoy más de actualidad que nunca: uno por agresor directo y el otro por su respaldo a una acción armada que ya veremos a dónde conduce al mundo.

Por eso me parece muy preocupante la facilidad con que se elude lo que defiende la extrema derecha que, en países de nuestro entorno, está proscrita e ilegalizada por hacer y promover lo que quiere hacer aquí.

Esta falta de debate sobre las ideologías es lo más alarmante de la situación de estos días. Se supone que el derecho afrontará las ilegalidades, irregularidades y delitos que puedan existir en los hechos que nos han contado. Pero el cainismo político instituido como normalidad de funcionamiento de las organizaciones y partidos, la prima a los protagonismos personales por encima de los debates de ideas y programas como si fuesen las "pasarelas de moda" de sus personajes lo más importante, resulta desolador.

Cuánta gracia hizo en su día la conocida frase de que "el que se mueve no sale en la foto". Pero qué peligrosa fue y es para la democracia.

Esperemos que su constancia no transforme algún día la gracia en llanto.