a vida es un viaje para el que a veces no hay tarjeta de embarque. Sobre todo según de dónde se venga y a dónde se quiera ir. Según quien seas, de donde seas e incluso el color de tu piel. Paradojas del destino. Vidas diferentes en un mundo común y seres humanos que deberíamos tener los mismos derechos. Pero no es así. Un año más preparando vacaciones quienes tienen la oportunidad de contar con los recursos para disfrutarlas, siendo este un privilegio del que no gozamos todas las personas. Un año más para quienes se deleitan de los sabores del antes de viajar conectando con el placer de imaginar cómo será lo desconocido y para quienes preparan la maleta a escasas horas de salir reservándose el momento presente para estar en lo que acontece.

Un año más, en el que contar con nuevas oportunidades de movernos y realizar un viaje después de un periodo en el que el más interesante de todos ellos ha sido el que hemos podido realizar al interior del ser. Por cierto este último nada comparable a ningún otro.

Y en este año más desde Pamplona nos sorprenden con una conexión aérea con la puerta del África Occidental, con la ciudad de Dakar.

Y en este año todavía más esto nos hace pensar en las diferencias abismales de quien hace el trayecto en según que dirección. Mientras que para unas personas basta con preparar una maleta y sacar un billete en una web; otras, que quieren venir de allí hacia aquí, seguirán sin poder hacerlo o se sumirán en una carrera de obstáculos a veces insalvable.

Tendrán que demostrar que cuentan con dinero para viajar a cualquier ciudad española de vacaciones. Habrán gastado dinero extra en tramitar la documentación que les exigen, comprado su seguro de viaje obligatorio, presentado documentos que constaten que ellas y ellos trabajan en el África Occidental y quieren seguir con sus vidas en ese continente. Habrán pasado horas viajando sin moverse y esperando ante una ventanilla de una embajada española, donde les tratan como un número y no como una persona, mientras otros miran por la ventanilla del avión. Y un año más no obtendrán la visa para disfrutar de unas vacaciones, ya que en este documento indicarán un motivo que alude y les acusa indirectamente de querer quedarse "irregularmente" en territorio español/europeo. Ati no puede viajar. Podía haber sido cualquiera en su país. Ni él ni muchos como él por el mero hecho de haber nacido, vivir y trabajar en Casamance (Senegal). Su tierra. Una tierra a la que además no quieren renunciar, todo lo contrario. La aman y cuidan. Reciben y la abren a visitantes. Allá está su vida y allá quiere seguir. Una decisión tan legítima y respetable como la de otras personas que buscan en la emigración una nueva vida. No es el caso. Al igual que nosotras queremos conocer África, él quería conocer Europa y visitar a sus amigos y amigas de aquí. Algo tan sencillo como eso. Que no es posible. Que es imposible. Que lo hacemos, lo hacen imposible con normas y papeles por encima de los derechos humanos y la libertad.

Un año mas me pregunto si la única manera de venir aquí "legalmente" no será el nuevo vuelo Pamplona-Dakar sino montarse en una patera y jugarse la vida.

Un año más en el que tendremos que seguir construyendo creativamente estrategias para transformar este mundo en algo mas igualitario. Un año más...