Se presenta una oportunidad de oro para establecer las prioridades en el diseño y desarrollo de un modelo de ciudad sostenible para adaptarnos con medidas eficaces a un cambio climático que hemos ignorado por demasiado tiempo, para apostar, en fin, por la calidad de vida de la ciudadanía por encima del lucro particular. Todo ese órdago nos lo envida nuestro propio Ayuntamiento con 46 árboles de 80 años de antigüedad en la Plaza de la Cruz que conforman un "conjunto de gran valor ambiental y patrimonial para el barrio y la ciudad", según dice el propio informe municipal filtrado a la prensa. Si la cuestión es eliminar esa arboleda, que además "actúa estructural y aerodinámicamente como un conjunto o comunidad", seremos nosotros quienes actuemos de forma individualizada y con intereses espurios. No hace falta un grado superior en nada para ser consciente de que ayudan a disminuir la temperatura en verano, son fuente de oxígeno y también, claro, conforman el decorado de una memoria colectiva ciudadana. Matarlos por 300 plazas de aparcamiento supondría continuar en esa estampida destructiva de nuestro entorno en la que nos hemos enrolado. Respetarlos significaría detener esa huida hacia adelante. Un primer gesto eficaz con el que comenzar a repensar cómo queremos dejar nuestra ciudad a quienes vengan detrás. La respuesta, por tanto, al tanteo mediático del Ayuntamiento es no. No, señor alcalde. Los árboles se quedan. Se tienen que quedar para que nosotros podamos hacerlo también. Entre respirar o aparcar solo podemos y debemos elegir lo primero.

Katixa Castellano Oyarzun

Suscriben: Isabel Ezcaray, Carlos Negro, Aitor Corrales, Miren Oyarzun, Izaskun Larráyoz, Edurne Larráyoz, Carlos Mendía (Vecinas y vecinos de Pamplona)