Un hombre encontró diez gramos de cocaína dentro de un congelador en el piso de una persona fallecida. Esta misma semana, aquí, en Pamplona, eso me contaron. ¿Qué es más venenoso para el ser humano, la cocaína, el carbón o el petróleo?, preguntó Petro durante la Asamblea General de la ONU. El poder mundial se ha vuelto irracional, dijo. Todo es competencia, han transformado a la humanidad en una carrera artificial. Y la tristeza existencial que produce ese artificio se llena con ruido y con drogas. Yo me he rendido hace tiempo, antes de empezar a correr. La pereza me ha salvado de esa absurda competencia. Aunque rendirse es parecido a perder, así que tampoco me he salvado del todo. ¿Acaso es posible la salvación? Parece difícil mientras exista esa estúpida confusión entre consumo y felicidad de la que habla el presidente de Colombia. 

Diez gramos de cocaína en un congelador y afuera la adicción al poder que lo destruye todo. Ni las plantas de coca, ni la selva son culpables, la culpable es la sociedad educada en el consumo sin fin, afirmó ante el resto de líderes en Nueva York. La guerra contra las drogas y la lucha contra la crisis climática han fracasado, sentenció. El hombre se lleva a casa la cocaína sin saber qué hacer con ella. El Frankenstein de la humanidad, señala el mandatario latinoamericano, está en dejar actuar al mercado sin planificar, arrodillando la racionalidad humana a la codicia. ¿Cómo ocultar la soledad del corazón?, preguntó el presidente al auditorio. ¿Acaso hay congeladores suficientes en este mundo para esconder nuestras miserias?