Un pecio de vida es un recuerdo sumergido en ese mar de años pasados que todos llevamos dentro arrastrándolo detrás como buenamente podemos. El pasado es un naufragio con las cosas que nos han sucedido y los recuerdos viven ahí ahogados en su propia agua y su inevitable lodo. Ese pecio aparece tímido, asomando por casualidad como un tesoro cuando insistimos en mirar hacia atrás. 

El otro día me surgió de golpe el recuerdo enigmático del pequeño discursito de cuatro o cinco minutos que nuestro profesor de Filosofía nos regaló el último día de clase. No recuerdo lo que dijo. Sí recuerdo la brevedad, el cuidado al seleccionar las palabras como si estuviesen minadas con nitroglicerina. Fue tan breve que expresó más con lo que se calló que con lo que mencionó. 

Claro que en aquel tiempo se decía por ejemplo que el profesor de Educación Física y Formación Espíritu Nacional era miembro de Los Guerrilleros de Cristo Rey. Aquel discursito parecía llevar escondido un secreto en los dobladillos de sus pausas. Se quitó las gafas un momento y nos deslumbró la luz azul de sus ojos de cielo en esa mirada vaga de miope que enviaba hacia la nada como lo haría cualquier filósofo de verdad. 

Por su culpa no pude resistirme años después a comprar El Capital, ocho tomos de la colección completa de una edición argentina. La gente piensa que Marx se ha quedado obsoleto pero no es cierto. Hay que tener en cuenta que El Sistema Monetario Cambio-Oro que él vivió, cesó al terminar la Segunda Guerra Mundial y se sustituyó por el Sistema Patrón Cambio Dólar-Oro. Este sistema duplicaba la liquidez del dinero de manera artificial y colapsó en 1971 como advirtiera Jaques Rueff que sucedería. El dólar dejó de ser convertible en oro y se dejó “flotar”. 

El siguiente patrón monetario fue un cesto de referencia con la cotización de las principales monedas mundiales. Es alarmante la facilidad con la que surge el dinero y el endeudamiento: millones para salir del coronavirus, para la transición ecológica, para la guerra, etcétera.

La deuda pública española alcanza los trece dígitos porque es el mejor medio para fabricar dinero de la nada cuando no cuadran las cuentas, aunque se sostenga que está equilibrada porque alguien (cualquiera) la compra. 

Existe una mistificación del dinero y sin embargo solo es un intercambiador de riqueza. El dinero no la crea; tan solo sirve para representarla. La riqueza viene de la naturaleza de modo natural y de la fuerza de trabajo físico e intelectual de manera complementaria. Pero a esa habilidad que tenemos de invertir el orden del proceso económico también se le puede llamar “Huida hacia delante”. La propició Lord Keynes, que aseguró que en Economía enterrar botellas vacías para después desenterrarlas es mejor que no hacer nada.