Tal día como hoy, hace un año, llevábamos casi 3 semanas ingresados en la UCI de Neonatos con nuestro bebé, que había llegado al mundo antes de tiempo. Aún nos costaba asimilar que el día que nació no fue el más feliz de nuestras vidas y que las lágrimas que derramamos fueron de pena, miedo, culpa e impotencia a partes iguales. Seguíamos sorprendiéndonos cada noche de volver a casa con las manos vacías, el corazón hecho pedazos y la cabeza..., la cabeza siempre en el hospital. Todavía tratábamos de justificar por qué apenas teníamos fotos de nuestro primer hijo, y es que nos costaba querer inmortalizar aquellos momentos en que lo veíamos lleno de cables y tubos, conectado a mil aparatos y, gran parte del tiempo, metido en un tupper. Tal día como hoy, hace un año, nos enterábamos, no sin algo de perplejidad –cosa que, pensándolo bien, no nos tenía que extrañar ya que en estos tiempos que corren hay un día para casi todo lo imaginable– de que había un Día Mundial del Niño Prematuro, con su decálogo propio. Lo celebramos en la Unidad de Neonatología –más bien se celebró y nos pilló allí, ya que nosotros no estábamos para mucha fiesta en aquellos momentos–, y al final de la jornada, como para que no hubiera dudas de que lo que vivíamos era real, nos trajimos a casa la tarjeta de recuerdo correspondiente. 

Este año, en cambio, sí celebramos la fecha –el tiempo lo cura casi todo– con plena conciencia de su relevancia y razón de ser. La celebramos por ellos: no he conocido criatura más vulnerable y frágil que un bebé recién nacido, que además lo ha hecho cuando aún tenía que estar en el vientre materno y, a la vez, no existe criatura más luchadora y aferrada a la vida que un niño prematuro –esto nos lo demostraron día a día todos los guerreros con los que compartimos esos largos meses–. La celebramos por los padres y familias: el sufrimiento vivido en estas situaciones es inmenso, inexplicable, y en cierto modo incomprensible desde fuera, y aunque no te sirva de consuelo ni alivie tu dolor saber que hay otras familias que están pasando o han pasado por algo similar, sí que te da un poco de aliento saber que no estás solo. Y la celebramos –a riesgo de ser pesada con mi gratitud– por los profesionales sanitarios en cuyas manos caen las vidas de estos pequeños: porque ninguna guerra se libra en solitario, porque son el ejército que acompaña a nuestros valientes retoños en cada una de sus batallas por la supervivencia, y porque, aún asumiendo esta valiosa labor, son las personas más humildes que me he encontrado.

Porque nada es como uno se imaginaba con un bebé prematuro. Antes de que hayas asumido que ha nacido ya se lo han llevado para prestarle todos los cuidados necesarios para mantenerlo con vida. Apenas le miras de reojo –pese a la insistencia de los allí presentes– por temor a lo que puedas ver y, sobre todo, por lo que pueda ocurrir en el futuro próximo. Pasan días –incluso semanas y meses– hasta que lo puedas alimentar con tu pecho y, en cambio, enseguida estableces una intensa relación con el sacaleches, cual matrimonio concertado. Transcurre el tiempo hasta que, superadas muchas etapas y con un poco menos de miedo, le empiezas a robar besos volados a tu bebé que, para ti, no es el niño más bonito del mundo –el pico de oxitocina llega, pero se hace esperar– ... Y, a pesar de todo, cuando te vas a casa lo haces como cualquier familia que sale del hospital con su bebé recién nacido, con toda la alegría e ilusión que corresponde, casi como si nada de lo anterior hubiera pasado, aún sabiendo que ahí no acaba todo y que quedan meses –si no años– de visitas, pruebas y revisiones médicas. Las maravillosas personas que te han acompañado en la primera aventura con tu hijo no sólo han peleado porque salga adelante, sino que también lo han hecho para que el trámite del ingreso haya sido lo más humano posible para él –entrar en detalles me daría para un libro– y también para ti, como m(p)adre, y que si tus heridas dejan cicatriz sea una de las que llevas sin complejos.

Tomando prestada aquella frase que nos dejasteis por escrito aquel día y que hoy empieza a cobrar sentido, “las cosas más grandes tienen un comienzo muy pequeño”. Feliz Día Mundial del Niño Prematuro.