Ni los planes de acción, ni las programaciones, ni los estándares de calidad, ni las memorias, ni las estrategias de comunicación, ni miles de puntos de los que usamos conforman el corazón de los centros asistenciales. El corazón no puede ser otro que las personas que entran en relación en ellos y que sacan adelante o hacen realidad todos los términos de los que luego se habla para valorar el funcionamiento de los mismos.

Mi experiencia personal es con un centro asistencial de atención a personas con discapacidad intelectual, ya que mi hermano encaja en la descripción y no hay nada más personal que un hermano.

Mi hermano se independizó de sus padres e inició otra etapa vital cuando le dieron plaza en el Centro San José. De esto hace ya poco más de 3 años y una pandemia mundial incluida.

Y mi familia ha podido hacer este proceso de ir soltando miedos que salían a la superficie con la nueva situación, gracias al acompañamiento y confianza de las personas que hemos ido conociendo al amparo de este edificio tan especial que nos acoge a todos. Las cosas se pueden organizar de muchas formas, pero solo las que cuentan con el corazón de las personas generan confianza y dejan buen sabor de boca, aunque muchas veces esté todo muy mareado y no se entienda nada. Porque gracias a ese corazón que ponemos todos en ese edificio, nos podemos sacudir cada uno de nosotros nuestros miedos y abrirnos a colaborar entre todos para todos. Además, teniendo el ejemplo de las personas que viven allí, que son grandes maestros del presente y los que más experiencia tienen en el arte de ser sin perderse en el hacer… y nos ayudan a unir nuestra cabeza con nuestro corazón para tomar un camino más amable para todos.

Yo no sé muy bien qué cambios hay que hacer para seguir avanzando todos en buena sintonía y confianza, pero no tengo ninguna duda de que esto es imposible sin los corazones de todos y cada uno de nosotros.

Gracias, gracias y gracias a todas las personas con las que he compartido momentos, miradas, sonrisas, confusión, agotamiento y demás desde que mi hermano empezó a vivir ahí. Y gracias infinitas por anticipado por todos los momentos que seguiremos compartiendo a corazón abierto.

Me gusta la recepción del Centro San Jose, porque es algo que está muy vivo y podemos latir unos al lado de otros.

Me adelanto a proyectar un sueño para el Año Nuevo, sueño con un 2023 en el que todos podamos dar nuestros pasitos para ir del miedo al amor y desde ahí poder seguir compartiendo y crear el cielo en la tierra en nuestro día a día. La magia de la vida se quiere abrir paso a través de nosotros.