La aporofobia es la aversión y rechazo al pobre por ser la pobreza una cualidad desagradable, que plantea problemas, que, en definitiva, contamina. Una de las manifestaciones aporofóbica más común es el discurso de odio dirigido a colectivos que, por su condición de vulnerabilidad y desvalimiento, son estigmatizados, despreciados, rechazados, criminalizados. Todo ello sin ningún tipo de evidencias que lo sustenten. Lamentablemente en nuestro país, a día de hoy, existen agentes políticos y sociales muy empeñados en generalizar este sentimiento de rechazo hacia el pobre y, por desgracia, lo van consiguiendo, a tenor de la forma en que el mensaje va calando en la sociedad. 

El daño que este hecho genera no solo afecta a las personas cuya dignidad se ve pisoteada. Ataca directamente a las bases sobre las que nuestra convivencia descansa, así mismo pone en jaque los principios democráticos más elementales. La igualdad de las personas y el respeto activo que todas ellas merecen recibir se tambalean ante la actitud de aquellos que, desde la creencia de superioridad, consideran a los pobres objetos que solo merecen desprecio y rechazo. Desde las instituciones públicas, a través de la educación formal e informal, se debe poner barreras a estas actitudes para salvaguardar la integridad humana de estas personas. No solo es cuestión de democracia, también lo es de humanidad.