¿La conculcación de derechos democráticos puede considerarse, especialmente en el ámbito de la política institucional, una cuestión interna? ¿Dónde está el límite entre lo interno y la responsabilidad política?

Si algo nos muestra la historia política de las décadas recientes es el papel fundamental de la solidaridad y de la defensa mutua de los derechos democráticos propios y ajenos en la construcción de una sociedad justa, igualitaria y sostenible. La reducción de un derecho a un asunto interno del que uno puede despreocuparse, sin ninguna implicación ética, supone la propia negación de toda nuestra trayectoria democrática e incluso de toda actividad política. Se trata de una incursión en el más puro individualismo insolidario y mezquino.

La consigna “el problema de Eusko Alkartasuna es un problema interno” es especialmente inquietante si tenemos en cuenta los sucesos a los que se están refiriendo como “internos”. No hablamos de simples discrepancias, propias y naturales de cualquier partido político. Hablamos de censura, de usurpación de poder, de opacidad e incluso de procedimientos sentenciados por la justicia como ilegítimos. Recordemos que existe una sentencia que concluye que el proceso de elección de Eba Blanco como secretaria general de EA fue inválido por vulnerar, de forma completamente injustificada y fraudulenta, los derechos de participación de Maiorga Ramirez. Recordemos que Maiorga contaba con más de 400 avales, y ella con apenas 50. Esto es solo un ejemplo.

Desde que Blanco asumió la presidencia del partido, se les han arrebatado a las afiliadas y afiliados de Eusko Alkartasuna todos sus derechos democráticos. Ya no pueden, siquiera, elegir a su coordinador territorial ni a sus representantes políticos al Parlamento de Navarra. De hecho, el puesto de coordinador de Iruña sigue vacío porque Blanco no encuentra a nadie que pueda colocar según sus afinidades. La coordinadora de Navarra, por el contrario, es una tal Nerea Gartzia, a la que la afiliación ni siquiera conoce. Alarmante es, también, el caso de Seve Txoperena, supuesto candidato a parlamentario que solo obtuvo un voto, el suyo propio, para liderar su Organización Local.

Los problemas pasan de ser internos a ser una preocupación general en cuanto se ponen en peligro los derechos democráticos de un colectivo, sea el mío, o el tuyo. Además de vulnerar el derecho a decidir de la afiliación, en la Eusko Alkartasuna de Eba Blanco se han producido faltas tan graves como expulsiones del partido por discrepar, la represión sistemática de la libertad de expresión (evidenciada incluso en las redes sociales, mediante el cierre de cuentas de Twitter de cargos públicos y de militantes), amenazas y todo tipo de artimañas para hacerse con el control del partido.

Así que cuesta creer en la ingenuidad de aquellos que hablan de respeto ante los problemas internos de Eusko Alkartasuna. Más bien suena a una falacia, un intento reiterado de encubrir la mentira, el engaño y la vulneración del derecho a decidir de las mujeres y los hombres que formamos este partido. Algo totalmente incomprensible, proviniendo de agentes políticos que deberían estar bien concienciados, por propia experiencia, respecto a la peligrosidad de este tipo de actitudes totalitarias inasumibles. Agentes políticos con los que compartimos, además, esa casa común que se supone que es EHBildu. ¿Es este el “país decente” (sic Arnaldo Otegi) que queremos construir?