Los baby boomers nos hemos pasado media vida trabajando para ahorrar. Primero para comprar un coche, después para dar la entrada de una vivienda, seguidamente para pagar la hipoteca y los impuestos que acarrea el ser propietario de algo.

Creía que cuando acabara de pagar mi hipoteca podría disfrutar de la vida haciendo aquellas cosas que no pude hacer mientras pagaba. Pues bien, parece que no va a poder ser así, porque a partir de este momento debo pensar en mi futuro, que no es otro que prepararme el lugar donde podré acabar mis últimos días si necesito que me cuiden. Dicho de otra forma, tengo que empezar a ahorrar los dos mil euros mensuales que me costará pagar una residencia si quiero tener un final de vida digno.

Tras analizar mi situación económica, me resulta completamente imposible ahorrar esa cantidad. Calculo que con los ahorros que podría tener, quizá cubriría un par de años de residencia. Afortunadamente, el disponer de una vivienda me da la opción de malvenderla a cambio de pagar por mis cuidados. Es curioso el alcance que tiene la economía circular en nuestros días. Jamás pensé que me plantearía esta situación: mis hijos sólo podrán heredar mi casa si soy capaz de ahorrar lo suficiente para pagarme la residencia de ancianos, o bien, si me muero antes de necesitar estos servicios.