En la actualidad, la cultura del trabajo hasta el agotamiento se ha arraigado como norma en un mundo impulsado por el capitalismo y la constante acción. Nos autodenominamos workaholics, perfeccionistas y esforzados, sin plena conciencia de las repercusiones que esto puede tener en nuestra salud mental y física.

Esta mentalidad ha llegado a tal extremo que nuestros intentos de descansar o desconectar se ven frustrados, ya que sentimos la constante presión de estar ocupados todo el tiempo. Es crucial recordar que, como seres humanos, no podemos estar en funcionamiento las 24 horas del día. No somos máquinas y nuestro descanso no debería considerarse como una recompensa o castigo, sino como una necesidad vital.

Conviene reflexionar sobre la importancia de establecer límites y priorizar nuestro bienestar, reconociendo que la productividad sostenible surge de un equilibrio adecuado entre el trabajo y el descanso.