El sol cae a plomo, como el de las balas que en Ucrania cruzan unos y otros, y, mientras se derrite el mediodía sobre el trópico, escribo nuevo libro, investigando, enseñando, descubriendo mundos... Pero es el antiguo y peor mundo el que asoma entre las líneas de muchos periódicos. Parecen acobardados nuestros dirigentes europeos. El presidente ruso, después de las últimas elecciones, mayoritariamente apoyado, ha declarado que la III Guerra Mundial está a un paso... Algo parecido dijeron hace unos meses los chinos respecto a Taiwán y los EEUU, en previsión de violento y cercano conflicto si las cosas siguen como hasta ahora. Nuestro presidente, como ovejuela del rebaño norteamericano, obedece y calla sin plantear crítica alguna, como si fuera la única opción que se contempla: seguir apoyando con armas y dineros a los ucranianos, mientras todos nos empobrecemos, también en África, como en el resto del mundo que ahora parece dar vueltas en sentido contrario, involucionando. Se diría que no aprendimos lo suficiente de las dos devastadoras guerras mundiales anteriores, que arrasaron Europa y llenaron de sangre, tullidos y miseria buena parte del planeta, para nada. Invasiones que se deshicieron, gran suicidio de la civilización occidental.

Después de estos conflictos, los países europeos que gobernaban la mayor parte del globo (el sudeste asiático, Oriente Medio y casi toda África), perdieron sus colonias, su poderío, su influencia, por pelearse unos con otros, todos defendiendo estúpidamente sus buenas razones.

Solo he visto protestar al papa Francisco I, solo desde el Vaticano, mientras las gentes viven los felices años veinte, bailando y bebiendo, ebrios de placeres, antes de que un posible Apocalipsis nos arrase. ¿Dónde están las manifestaciones y protestas? El Papa solicita un diálogo y un acuerdo para poner fin a la guerra. Los rusos, que eran mayoría en las zonas invadidas, no son los únicos malvados en este asunto. Pero desde la Unión Europea, y en medio de esta crisis general del capitalismo mundial, solo hablan de gastar en armas y prepararnos para una pelea en la que todos perderíamos, y mucho, sin duda alguna. La devastación de un conflicto atómico, con millones de muertos y residuos durante siglos, no es en absoluto justificable por lo que pasa en Ucrania y sus antiguas fronteras. Antes de pelear hay que calcular si lo que se puede lograr podría ser peor que lo que hay, en ese caso: mejor sufrir la injusticia. Es el clásico argumento medieval de la guerra justa. No sería justa si logramos con ello más daño que bien, aunque las razones todas nos defiendan. A un acuerdo, el que sea, es a lo que tendría que forzar la Unión Europea y no a gastar el dinero que tantos necesitan en armas asesinas.

No podrían invadir España, ¿convendría replantearse si nos compensa seguir en la OTAN?