Si quieres contemplar la belleza, la fuerza de la vida y de la juventud, vete a ver cómo corren después de nadar un pantano, subirse a una bici hasta el Bosquecillo, cambiarse de calzado y correr 20 kilómetros alrededor de la ciudad, aplaudir a esa gente, hombres y mujeres, jóvenes y menos jóvenes y sentirás lo qué es la vida a puñados, el paso del tiempo y hermosura de la primavera en plenitud, bajo el sonido de las campanas de las iglesias, cohetes y el canto de los mirlos y coros que vuelan por los aires en un atardecer con nubes y viento del sur cálido.

Casi un sueño. Lo que no sé es cuánto le costará a cada participante la jugada, porque van vestidos de gala como para una boda, y las bicis parecen algunas tractores ultra modernos de dos ruedas, más desplazarse a la prueba, hoteles, campings, habitaciones para pasar la noche y más si arrastran a la familia.

Pero en todo caso, digno de disfrutar. Pero no todo es tan bonito, porque a escasos diez metros, en la entrada de los baños públicos El Paraguas, varios perroflautas, según los fachas, preparaban sobre cajas vacías de vino su catre para pasar la noche en su felicidad solemne de pobre de solemnidad con su litrona, pitillo al morro y teléfono móvil.