Cuento de sangre
Muchas veces el miedo se adueña de nuestra voluntad.
La lluvia golpeaba el tejado con fuerza. Despertó sobresaltado con un golpe en la puerta y corrió alarmado a ver qué sucedía. Alguien intentaba entrar en la casa a toda costa y los porrazos eran cada vez más bruscos.
Su corazón palpitaba, aterrado y fríamente trazó un plan para defenderse. Hizo una firme estaca de madera con una pata de la mesa. Esperó el momento preciso y, cuando la puerta se abrió, comenzó a descargar su furia sobre aquel bulto mojado que lloraba de dolor. Apaleó al bicho con todas sus fuerzas hasta que se vació el miedo y la rabia.
Cuando la sangre caliente le salpicó la cara, la estaca resbaló de sus manos; entonces pudo oír los quejidos de aquel indefenso perro que se arrastraba hacia la muerte.
Ahora, aparte de miedo, sentía culpa y vergüenza.