Se acaba el curso escolar, esa forma peculiar de medir el tiempo que tenemos las familias con hijos e hijas en edad escolar. Y es que año tras año se supera una nueva etapa, etapas en las que en ocasiones los sentimientos y las emociones afloran, como hemos vivido este año en nuestra propia familia. Y es que cuando tienes que dejar lo que más quieres en un lugar durante muchas horas al día te asaltan las dudas, los miedos, las incertidumbres. Es lo más valioso que tenemos y es lógico sentirse así. Sin embargo, nosotros hemos tenido la gran suerte de poder estar durante dos años en la escuela infantil del Valle de Elorz, en Noáin.
Ahora que ha finalizado el curso y podemos mirar hacia atrás con perspectiva, podemos comprobar que el nombre de guarde -aunque lo usamos con cariño- no refleja la realidad de la escuela donde hemos llevado cada mañana a nuestro hijo, ya que allí no guardan personas. En Noáin se han dedicado en cuerpo y alma a mimarles, cuidarles, darles cariño y amor, educarles, enseñarles, animarles a descubrir nuevas experiencias, a aprender, a crecer como personas, a que se diviertan; en definitiva, han puesto su empeño en que sean felices y han logrado que vayan cada día con ilusión y energía, ¿qué más se puede pedir?. Y es que la escuela de Noáin ha sido mucho más que una guarde, más que una escuela; ha sido una prolongación de la familia.
Por todo ello, aprovechamos estas líneas para daros las gracias a todas las personas que allí trabajáis por todo lo que habéis hecho con nuestro hijo durante esta preciosa etapa. Sin duda alguna os echará de menos.
Un fuerte abrazo.