La educación y el deporte son las dos caras de una sola moneda, siempre deben ir de la mano, no solo en las categorías inferiores por su relevante cariz formativo, sino también en las profesionales, donde los deportistas suelen convertirse en referentes para una importante parte de la población.

A lo largo de este verano, dos acontecimientos deportivos han copado gran parte de los espacios en los medios de información: la Eurocopa de fútbol de Alemania y los Juegos Olímpicos de París. Ambos eventos han traído consigo significativos éxitos para el deporte español y alguna que otra decepción. 

Así mismo, sendas celebraciones deportivas han servido para discernir entre ciertas conductas censurables y otras dignas de ser destacadas por su contribución a la óptima convivencia en el deporte. 

Imbuidos de la intensa euforia en la celebración por el título europeo alcanzado, los jugadores Morata y Rodri se unieron a la masa y profirieron unos cánticos que la propia UEFA consideró insultantes hacia el rival derrotado en el rectángulo, por lo que ambos fueron sancionados. Dentro del mismo contexto de celebraciones y en el plano institucional, el futbolista del Real Madrid Carvajal, mostró una actitud de desconsideración hacia el presidente de España en la recepción ofrecida por éste.

Cada uno es libre de opinar y pensar lo que considere oportuno, pero incluso en la celebración los deportistas profesionales están obligados a mantener esa condición, pues se deben a quien les paga, y el encontrarse en esas privilegiadas circunstancias les exige, al menos, saber estar. 

El gesto amable que da muestra de educación y respeto hacia el rival lo puso Alberto Ginés. El escalador cacereño, tras terminar la competición sin haber obtenido medalla alguna, interrumpió una entrevista que estaba ofreciendo a los medios para escuchar los acordes del himno de Gran Bretaña justo en el momento en el que su contrincante inglés recibía la medalla de oro. Juzguen ustedes.