Seguro que esta frase, en catalán, la ha escuchado Puigdemont mientras organizaban el acto del jueves pasado.

Cuando todo el mundo se esperaba que, como corderito, fuera a las puertas del Parlament y, en olor de multitudes, de manera trágica, se entregara a los Mossos D’Esquadra, los guionistas de esta increíble obra de performance política tenían otra idea. Esa otra maravillosa idea era la de morder a un perro.

El famoso axioma de los periodistas, de que si un perro muerde a un hombre no es noticia, pero si un hombre muerde a un perro sale en la primera plana de todos los periódicos, es lo que ha movido, entre otras cosas, a los guionistas o asesores de Carles a realizar el espectáculo mágico-escapista del otro día en el centro de Barcelona. Y lo han conseguido. Vaya que si lo han conseguido. No se hablaba de otra cosa.

El expresident catalán y su entorno se manejan en una clave histórica y mediática muy clara. No dan puntada sin hilo y dejan atónitos propios y extraños. Desde la no localización de una sola urna en el referéndum del 2017, hasta esta desaparición del centro de Barcelona hace un par de días, todo formará parte de los futuros libros de historia. Y me alegra que los catalanes independentistas intenten lograr sus objetivos a base de ingenio, inteligencia y valentía. Nada que ver con el “Movimiento Vasco de Liberación” (Aznar Dixit), que de inteligencia, “futura historia” y estrategia política no tenían ni idea y solo salían en las portadas de los periódicos los lunes, matando los domingos.