El tic-tac del reloj va marcando el final del verano. Algunos vuelven al tajo y otros se van de vacaciones, porque han estado currando cuando el resto estaba de fiesta, claro. Para las familias comienza un nuevo curso y, con ello, los típicos gastos de septiembre. Que si libros, que si un ordenador, que si una nueva mochila de tal marca Empiezas a sumar y terminas con una cifra de gasto superior a los ingresos de este mes. Pero es lo que toca. El nuevo curso llega además con algunos problemas que durante el verano parecen haber pesado menos, pero que seguían estando ahí.
El precio de la cesta de la compra, por ejemplo. Parece que en verano ha costado menos, pero qué va, habrá sido la alegría de estar de vacaciones que hace que algunas cosas te importen menos. Pero oye, es volver al trabajo y decir, ¡joder, menudos precios! Empieza el nuevo curso y al volver del trabajo te das cuenta de que la puerta del armario que se rompió en julio y no arreglaste, sigue estando rota. ¡Joder, la puerta! Por la noche, te pones a freír unas croquetas que llevaban en el congelador desde bastante antes de irte de vacaciones, ni te acuerdas. A la vez, te pones a hacer otras mil cosas porque mañana tienes que trabajar y no vas a tener tiempo. Por un momento te crees un superhéroe porque estás haciendo la cena, preparando la mochila de tus hijos para la vuelta al cole, poniéndole la comida al perro y metiendo la ropa sucia a la lavadora. Pero vuelves a la cocina y cuando vas a sacar las croquetas de la freidora están negras como el carbón. ¡Joder, las croquetas! Y por si fuera poco, la misma semana que vuelves al trabajo, el coche, que ya empezaba a quejarse en junio, acaba por explotar y te deja tirado, yendo al trabajo, claro. ¡Joder, el coche! Es la primera semana de la vuelta al tajo, no ha llegado septiembre y ya estás pensando en la paga extra de diciembre para cuadrar las cuentas. ¡Joder, qué caro está todo! ¡Ánimo!