En este eterno juego del gato y el ratón entre Irán e Israel, cualquier cosa es válida con tal de sacar provecho. El reciente temblor en suelo iraní lo ilustra claramente. Poco después del sismo, las redes sociales ya especulaban sobre una prueba nuclear del régimen. ¿Por qué? Faltan pocas semanas para las elecciones en Estados Unidos, y de confirmarse tal explosión, el mayor beneficiado sería el candidato republicano, quien ha insistido en “destruir la capacidad nuclear de Irán”. A su vez, cualquier conflicto mermaría la disidencia interna en Irán, especialmente el movimiento de mujeres. Sembrar la duda ha pasado a ser una táctica habitual en el juego geopolítico.

Mientras tanto, la muerte y destrucción en Gaza, Líbano, Israel, Ucrania, Sudán y Yemen continúa implacable, alimentando los intereses de la industria armamentística. La paz, mientras tanto, parece inalcanzable. Vivimos en un mundo donde unos pocos imponen su narrativa, difundiendo informaciones casi antes de que los hechos ocurran. La tecnología, al igual que las armas, puede ser usada tanto para generar seguridad como para propagar el caos.