San Cernin y la vida
Los txistus y el tamboril con la aurora del Muthiko despiertan la fría mañana del 29 de noviembre. La campana María suena grave y llama a día grande. El gallico de San Cernin se alborota, a su vez, con las campanas de su torre que repican contestando a la María.
El alborozo de la chiquillería, tocada con graciosos gorricos para el frío, anuncia la llegada de la Comparsa de Gigantes y Cabezudos. La Corporación en Cuerpo de Ciudad recoge al patrón y le acompaña en pizpireta y recoleta procesión. Nuestra Pamplonesa interpreta solemne la marcha procesional Oremos. Todo es entrañable y muy familiar.
La ciudad celebra a su patrón. Un santo apócrifo que, no obstante, representa la verdad incontestable de que hubo evangelizadores que trajeron la buena noticia de Cristo a aquella Iruña vascona que los romanos llamarían Pompaelo. En definitiva, celebramos nuestras raíces que debemos abonar y regar con esmero y delicadeza.
Hoy también es para mí personalmente un día grande. Celebro mi vida y el estar injertado a esta ciudad y a sus raíces. Me emociono y agradezco por contar con el inmenso tesoro de la fe, de la familia y de una pléyade de personas amigas y queridas.
Pido perdón a quienes no me entienden o, incluso, haya podido ofender o molestar. También perdono a quienes a mí me han ofendido.
A toda mi gente: salud y bendiciones.