Este año hemos asistido, con resignación, a la decisión del Gobierno de Navarra de limitar a la ciudadanía la celebración del Día de Navarra. En lugar de un acto inclusivo, han organizado su propia fiesta para la clase política, financiada, además, con el dinero de todos.

El decreto que regula la concesión de la Medalla de Oro de Navarra establece que su entrega “se realizará ordinariamente en acto público y solemne”. Sin embargo, la web oficial del Gobierno señala que los “actos son de acceso restringido para la ciudadanía”. En otras palabras, sólo han podido asistir los miembros de una casta privilegiada. Además, han eliminado la partida presupuestaria que en años anteriores se destinaba a una actividad con un profundo arraigo popular: los conciertos de coros por toda la geografía navarra. Estos conciertos no sólo comenzaban con el Himno de Navarra, símbolo de unidad en la diversidad de nuestra Comunidad Foral, sino que fomentaban la hermandad entre pueblos. Era una tradición que unía lugares desde Bera hasta Cortes, o de Viana a Roncal: distintos en origen, pero todos navarros.

El vicepresidente Taberna declaró en rueda de prensa que la “civilidad” (sic) podía organizar estos actos. Y, pese a los obstáculos impuestos por el Gobierno, así ha sido. Muchos coros, con el apoyo de otras organizaciones sociales, han hecho el esfuerzo de celebrar el Día de Navarra junto al pueblo. A todos ellos, muchas gracias.

Ánimo a que el próximo año sean más los que se sumen a esta iniciativa para demostrar que Navarra sigue perteneciendo a su gente, y no a una élite política. “Pro libertate patria, gens libera state”.