Terminar el año con los correspondientes datos económicos, sociales, políticos, etcétera. Nunca se habla de los sentimientos que perduran año tras año.

Las parejas que siguen manteniendo relación sentimental, a pesar del paso del tiempo, dando estabilidad emocional a cada uno de ellos, así como a la familia a la que pertenecen.

Tampoco se habla de los amigos que mantienen su amistad desde la infancia, salvando las dificultades que comportan los quehaceres diarios, familiares y sociales.

También de esos hijos que están al cuidado de sus longevos progenitores, muchos de ellos con problemas de movilidad, intentado dar felicidad en el ocaso de sus vidas.

Tan apenas son noticia esos padres que están al cuidado de sus hijos adolescentes, del riesgo que comportan la problemática social del entorno que les rodea, en particular de las redes sociales.

En todos, los sentimientos son los motores que les siguen moviendo y motivando a seguir con esta labor, que no figura en ninguna estadística ni en cualquier otro índice.

Es el PIB de la felicidad personal, generado de forma individual, al margen de los poderes políticos y económicos. Sin estos valores, el mundo sería no solo un caos, también frío, gélido y carente de cualquier valor humano.

En muchos sentidos, son el tejido que sostiene a la sociedad.