Los aranceles de Trump son la reacción traumática que le han contagiado las malas compañías, los nuevos consejeros multimillonarios aterrados ante la amenaza de China. Según el Banco Mundial su PIB “en paridad de poder adquisitivo” es el 125% del de USA, equivale a 1,4 billones de dólares. En el campo de la informática el dominio chino es de aplastamiento a EEUU. En liquidez, China es el mayor poseedor, el 25% de las divisas del mundo, y es el principal tenedor de deuda pública de USA. En términos reales China dobla la generación de electricidad de USA, produce 12,6 veces más acero y 22 veces más cemento. Los astilleros chinos son el 51% del total mundial,  los americanos el 0,1%. El origen de la crisis yankie es la sobrevaloración del dólar, según Stefen Miran, asesor de varios presidentes, lo que hace que sus industrias deslocalicen las fases menos rentables de la fabricación. Las grandes corporaciones eliminan servicios no directamente productivos, como  control de calidad, I+D+I, etcétera.

En el año 1985 Estados Unidos convocó el Consejo de Finanzas a Gran Bretaña, Japón, Alemania y Francia conminándoles a devaluar el dólar para que USA recupere la competitividad industrial. La revalorización era lógica por mantener el dólar como moneda de reserva. Querían conservar el estatus, pero obviando los inconvenientes. El acuerdo proporcionaría financiación a bajo coste y largo plazo, bajo amenaza de imponer aranceles que son respondidos en reciprocidad por los países afectados, perjudicando el comercio  mundial. Los gurús económicos  afirman que “socavará el dominio del dólar”. EEUU ha reaccionado ante los efectos que provoca la competencia de China con aranceles a todo el planeta.