Tras los resultados de las pruebas realizadas en 2022 por nuestros escolares quinceañeros, de difícil y dispar interpretación, cuyos datos nos han sido recordados recientemente en el Informe anual del Consejo Escolar de Navarra, a la vuelta de estas vacaciones de Semana Santa los nacidos en 2010 van a verse las caras con unos exámenes que, sin comprometer personalmente al alumno o alumna, sirven para conocer la marcha del sistema, desde cada colegio e instituto hasta por CCAA y por países. La OCDE viene tomándose en serio eso de evaluar para mejorar.

En teoría los resultados de conocimiento de quienes están ahora mayoritariamente acabando tercero de ESO, pueden estar por repeticiones en primero y segundo, deberían servir para suplir sus carencias a lo largo del curso 4º. Esto no es así porque tardarán en conocerse los resultados. No es un defecto en sí de estas pruebas. Quiero decir que con los fallos detectados en las pruebas de 2022 el profesorado debería haber trabajado para que no los repitan los que ahora tienen quince años.

Estaría bien que las direcciones de los centros escolares explicaran con claridad a su alumnado qué es y para qué sirve PISA. Deben involucrarse para conseguir la máxima colaboración y el esfuerzo para realizar bien las pruebas. Esto no resulta fácil, porque muchas veces se ve como un esfuerzo sin recompensa inmediata. Quiera la autoridad competente que  no haya que darles una chocolatina a los adolescentes para que se esmeren en las contestaciones, aunque no lo descarto. Desde luego es fundamental que nadie escurra el bulto y todos los matriculados de esa edad pasen por el aro. Serrat canta “nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”. No sirve para las pruebas PISA, ya que son precisamente para poner remedio.

Mucha suerte y buenos resultados. El esfuerzo del profesorado y las familias por mejorar la educación y la enseñanza de todas las personas revierte a medio y largo plazo en claro beneficio para el alumnado.