Ella tiene el gracejo y el salero albaceteño y vestida de pamplonica, la gracia se vistió de noche. Antes de las 12 de la noche, fuimos a pillar sitio a la Plaza del Castillo, mi chica y el que suscribe, tacatá incluido, para hacer más seguro el sitio, entre la marabunta que se esperaba. Y funcionó. Noche agradable para oír a una chavala comprometida con la vida, que se portó y se lo curró, porque hace falta valor y saber hacer buen hacer para entretener a tanta gente, casi a pelo, a capela, acompañada por su guitarra, su gente, pañuelico rojo al cuello y ganas de transmitir su mensaje y agradar.
Para mí no fue la noche mágica de un Bob Dylan, Serrat, Paco Ibáñez, Brassens o la isla de White, pero supongo que para muchos jóvenes, que nos les ha tocado esas batallas, lo fue. En algunos momentos, me sentí fuera de lugar, pero mereció la pena. Gente así sigue haciendo falta, y más en este mundo de facherío que empieza a fascinar a los jóvenes, porque no tienen ni idea qué es aguantar y chupar la amargura de los fascistas en todos los pliegues de la vida.