La Tierra, casa de todos, arde. No es solo el monte. Es el futuro de nuestros hijos. Robamos su aire, envenenamos su agua.
Siguiendo el ejemplo de Francisco de Asís, que supo cuidar la creación y se llamó hermano del lobo y del hermano sol, la pregunta no es de culpa, sino de acción: ¿qué hacemos tú y yo? Callamos. Consumimos. Miramos a otro lado. ¿Por qué apagamos dentro el respeto y la fraternidad? La Tierra grita con sequías y calor. ¿Oyes?
Pero aún guardo esperanza. No la que espera, sino la que lucha y se rebela. Es encontrar vida en la ceniza, es compartir en vez de acumular. Creo en el hombre. Creo en la lucha común. Es la estrella que nos guía en la noche de este incendio.