En Francia, el primer ministro François Bayrou perdió una moción de censura y ha sido relevado tras menos de nueve meses en el cargo. Su salida precipita un nuevo periodo de incertidumbre institucional y supone el cuarto cambio de jefe de Gobierno bajo Emmanuel Macron en apenas un año.
En Japón, Shigeru Ishiba presentó su renuncia luego de solo diez meses en el poder, asumiendo la responsabilidad por derrotas electorales y tensiones dentro del Partido Liberal Democrático, lo que refleja la creciente volatilidad política en Tokio.
En Argentina, la presión recae directamente sobre el presidente Javier Milei. Aunque el peronismo consolidó su fuerza en la provincia de Buenos Aires, el Gobierno nacional enfrenta una crisis múltiple: la moneda en caída, la deuda en ascenso y los escándalos que golpean a miembros de su administración, todo ello poniendo en duda la estabilidad y continuidad de su proyecto político.
En el Reino Unido, la viceprimera ministra Angela Rayner renunció tras revelarse irregularidades fiscales en la compra de una vivienda, un ejemplo de dimisión forzada por estándares éticos que contrasta con la laxitud que se observa en otros países.
En España, la legislatura avanza a trancas y barrancas, con pocos cambios de fondo, mientras aumentan las demandas sociales y la presión sobre un Ejecutivo que se dedica más a resistir que a transformar; es la denominada “legislatura perdida”.
En definitiva, entre las guerras actuales y las que aún se vislumbran, la inestabilidad y la incertidumbre se han convertido en constantes de este cuarto de siglo. Estamos en el ojo del huracán, en medio de transformaciones que recuerdan a las convulsiones de hace apenas un siglo. Y septiembre solo ha hecho que comenzar...