Una vez más, la derecha muestra su insensibilidad y su absoluta incapacidad de sentir empatía. Son incapaces de conmoverse porque no saben ponerse en el lugar del otro ni sienten el dolor ajeno. Los hechos hablan por sí solos: residencias durante la pandemia, con su cruel “se iban a morir igual”; el 11-M, mintiendo a las familias de las víctimas y a toda España; el metro de Valencia, con pruebas desaparecidas y desprecio a las víctimas; el Madrid Arena, donde intentaron justificar lo injustificable; el Yak-42, con víctimas mal identificadas y medallas a los responsables; el vilipendio a los familiares de los asesinados durante la Guerra Civil acusándolos de que “sólo buscan subvenciones”; el desastre del Prestige, con sus “hilillos de plastilina” cuando el mar se cubría con el manto negro de la muerte; la DANA, con ninguneo a la víctimas y excusas absurdas y manipulación de la realidad para encubrir su negligencia; la pésima gestión de las mamografías en Andalucía tratando a las afectadas de “alarmistas”; y ahora, el genocidio palestino que niegan o ridiculizan mientras se chotean con infame cinismo. 

Si hubieran estado en la II Guerra Mundial, habrían esperado al juicio de Núremberg para hablar de genocidio. Incluso llegaron a poner el foco en las víctimas de violaciones con campañas como “vigilen su copa por si las drogan” y Ayuso llamando “malcriadas y borrachas” a las mujeres que aspiran a volver solas a casa de noche sin verse amenazadas.

Con esta absoluta carencia de sensibilidad, ¿alguien duda de la superioridad ética y moral de la izquierda al situarse en el lado correcto de la historia?

Y con VOX, lo mismo. Así se explica que unos y otros gocen de los toros y de la caza.