Ser rojillo es algo que se siente muy dentro. No importa si el equipo gana o pierde, si estamos en Primera o en Segunda: el orgullo por Osasuna nunca se apaga. Es ver a los jugadores dejarse la piel en el campo y pensar que eso también nos representa a nosotros, a toda Navarra.
Cada vez que suena el himno en El Sadar, se me pone la piel de gallina. No hay otra afición igual, tan unida, tan fiel, tan llena de pasión.
Da igual el rival o el marcador: siempre estamos ahí, empujando, animando, soñando juntos.
Osasuna es más que un club, es parte de nuestra manera de ser. Nos enseña que con esfuerzo y corazón se puede plantar cara a cualquiera. Y eso, hoy en día, es algo de lo que estar muy orgulloso.