Hace unos días escuché el discurso que Begoña Rodrigo, reconocida cocinera, dio en la gala del CSIC sobre Ciencia, Cocina y Futuro. En esta gala comentó: “hoy en día, la gente que va a un restaurante tiene alergia a la vida. Ya no es solo el gluten, la lactosa… simplemente le preguntas y te dices: haberte quedado en casa”.

En mi caso, soy celíaca y, como en otros problemas alimenticios, no es una moda, no es una elección dietética y, desde luego, no es una alergia a la vida. En el caso de los celíacos, es una enfermedad autoinmune crónica, lo que hace que tengamos que estar en continua alerta y análisis de riesgo.

El chiste sobre quedarse en casa ignora el inmenso esfuerzo que hacemos solo por intentar tener lo que el resto del mundo da por sentado: una vida normal. El comentario de una persona con su relevancia y su reconocimiento no es un uso incorrecto de las palabras al intentar hacer humor; es un mensaje directo a la desconsideración que reivindica la idea de: “sois un problema. No sois bienvenidos”.

Así pues, señora Rodrigo, puedo decirle con total certeza que no tenemos alergia a la vida; pero sí que tenemos un hartazgo ante las faltas de consideración e irresponsabilidad que todavía hay latentes en la sociedad respecto a nuestra situación alimentaria. Si usted misma, como reconocida cocinera que es, determina que el derecho a sentirnos seguros en un restaurante termina donde comienza el esfuerzo de eliminar, por ejemplo, la contaminación cruzada, déjeme decirle que es usted quien está poniendo barreras a la vida social de muchas personas.