El 25 de noviembre, Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, conviene detenerse y reflexionar ante los datos estremecedores que acaba de dar a conocer la ONU. Según la OMS, 840 millones de mujeres han sufrido violencia física o sexual al menos una vez en su vida; solo en los últimos 12 meses, han sido 316 millones las que han sido maltratadas por su pareja. Además, el informe indica que esta lacra social se ha reducido a un ritmo ínfimo: apenas un 0,2% anual desde el año 2000.
Estos números representan vidas rotas, sueños frustrados e injusticias profundas. No son meras estadísticas: detrás de cada cifra hay mujeres que han sufrido el dolor de la discriminación, el miedo al denunciar y la indiferencia de muchas instituciones. Sin embargo, cuando la insuficiencia de recursos es tan alarmante -menos del 0,2% de la ayuda oficial al desarrollo se destina a programas contra la violencia de género-, queda claro que no basta con conmemorar esta fecha.
Es imprescindible transformar el 25N en un punto de inflexión: un día para asumir compromisos reales, reforzar políticas públicas, garantizar atención y justicia a las supervivientes y educar a toda la sociedad en el respeto y la igualdad.
Las personas nacemos a través de mujeres, con datos de violencia hacia ellas que deberían avergonzar a la humanidad. Que este 25 de noviembre no sea solo un gesto simbólico, sino un impulso hacia una sociedad libre de violencia.