El derecho a una vivienda digna se ha convertido en la mayor quimera de los jóvenes, un lujo solo al alcance de unos pocos. No es una crisis de ladrillos; es una crisis de dignidad y equidad impulsada por la especulación.
En los últimos cinco años, el precio medio de la vivienda en alquiler ha crecido más del 30% en las principales ciudades, según datos del Banco de España. Mientras, el poder adquisitivo de los salarios se ha estancado. Esto es una realidad.
La causa no es la falta de recursos, sino la financiarización del hogar. Inversores y grandes propietarios han convertido un recurso esencial en una mercancía. Las grandes empresas son las responsables del aumento artificial de los precios en zonas clave, lo que expulsa a la clase trabajadora y a los jóvenes.
¿El resultado? Más del 50% de los jóvenes vive con sus padres por pura necesidad económica, no por elección, encadenados a la precariedad habitacional. Familias enteras se ven obligadas a aceptar una solución habitacional insostenible: rentas desorbitadas o hipotecas inasumibles.
Por ello, propongo una solución que requiere valentía política. Primero, regular los precios de alquiler en zonas problemáticas. Segundo, sancionar fiscalmente las viviendas vacías y aumentar el alquiler social al 10% de las viviendas totales. La vivienda debe ser un derecho, no una inversión. ¡Recuperemos la vivienda! La acción de hoy define la sociedad de mañana.