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La mirada de la víctima

NUNCA sabremos hasta qué punto es sincero quien pide perdón al ofendido, después de haberle causado a éste daños tan graves como los que se le han causado al joven Diego Pastrana, tras habérsele dado, en falso, como autor de la muerte de una niña, en circunstancias que concitan de inmediato el ánimo de linchar de la jauría, porque de azuzarla a conciencia se trató días pasados desde distintos medios de comunicación. O si el perdón no es más que un truco de prestidigitación que busca sólo liberar de culpa al autor del daño.

Azuzar, rasgarse las vestiduras, pedir la cabeza del culpable sin preocuparse de si éste lo era o no, o se trataba de un bulo periodístico urdido con mala fe, con desidia, con desprecio hacia las personas, no en defensa de bien jurídico alguno -eso sólo se lo creerá el juez que trate de defender los intereses empresariales y políticos de los medios de comunicación que intervinieron en el linchamiento-. En éste y en otros casos, muy habituales, en los que se ofrece y exhibe a la opinión pública acusados y culpables antes de ser juzgados o siquiera procesados, en aras de intereses políticos, no suele haber petición de perdón ni mucho menos reparación. Quienes echan a rodar las acusaciones están blindados, impunes.

Ahora, antes de que la víctima entrara siquiera por las puertas de un juzgado y se le tomara auténtica declaración, el caso de Diego Pastrana y de la niña de tres años, hija de su pareja, sirvió para que esos días los tertulianos de radio y televisión tuvieran un chilindrón al que darle vueltas y más vueltas, y echaran la bazofia de la indignación, de la moralidad, del horror, de las fuerzas del mal y de todas las mentiras de costumbre.

El diario ABC, en concreto, tituló de manera truculenta su portada, ofreciendo la cara en primer plano de Diego Pastrana: "La mirada del asesino de una niña de tres años".

Ahí queda eso. En efecto, ahí queda eso, imborrable, en las hemerotecas, corriendo por Internet, repicado, comentado hasta la saciedad.

Era la mirada del inocente acusado en falso.

Esos mismos medios de comunicación, cuando los atrapados con las manos en la masa son del Partido Popular, piden cautela, y mucho respeto a la judicatura, a la presunción de inocencia y al blablablá, pero cuando se trata de echar a los leones a alguien para en su chepa sacar réditos políticos, no vacilan. La culpa de lo sucedido es del gobierno socialista... y ¡cómo está la moralidad nacional, el aborto, la droga, la inseguridad ciudadana, la falta de valores!

Tengo serias dudas de que baste con pedirle perdón a la víctima sin otra intención que la de cubrir el expediente de las convenciones sociales y la de protegerse, sobre todo esto, de una más que posible reclamación judicial. Esa petición sólo beneficia a quien la pide e intenta de esa manera quedar bien ante el público.

No se trata de gestos, sino de actuaciones concretas y esas hasta ahora no se han dado. No basta con pedir perdón y hacer de esta comedia noticia.

Me temo que para el autor o los muchos autores de la fechoría sí que basta con ese gesto de mala comedia, pero dudo de que a Diego Pastrana le sirva de algo. No es una ofensa y un daño privados, sino públicos, demasiado públicos. Eso lo cambia todo. Su caso exige una reparación que siempre será insuficiente.

El de Diego Pastrana y la hija de su pareja no fue un error, fue un caso de mala fe, de abuso de poder de quien actúa de ordinario con conciencia de tenerlo y de ser intocable. Llama la atención la asimetría entre los autores del daño causado y la víctima de éste.

No fue un error, fue una mentira y con toda probabilidad los medios de comunicación que echaron a rodar la noticia tuvieron medios suficientes para contrastarla. ¿Dónde está el que redactó esa infamia, el que la aprobó, el que juzgó que aquel era un titular rompedor para portada? ¿Dónde? ¿En sus casas, a carcajadas, disfrutando de la paella dominical? ¿En misa?

Crece la sospecha de que en el caso de Diego Pastrana sólo importaba la noticia bomba, de que en cuestión de información sólo importa la noticia bomba, la pegada, las ventas, con independencia de si lo que se da como información es siquiera remotamente cierto.

La acusación de ser el autor de un crimen horrendo no fue un error ni judicial. Fue una patraña. Una metedura de pata la tiene cualquiera. Esto no ha sido una metedura de pata. La culpa no la tiene el gobierno socialista, ni los "politicastros" -todos menos los de mi cuerda, así sea del dominio público que son, como mínimo, unos ladrones- ni quien acusa de manera mendaz a éstos, ni el clima moral de un país, no, la tiene el que echó a rodar la noticia, el que la redactó, para cobrar réditos y obtener beneficios: políticos, sociales y económicos.

¿Quién puso o cursó la denuncia? ¿Quién, cómo, dónde informó a la Policía? ¿Qué policías y al mando de quién actuaron y en qué sentido? ¿Cuáles fueron las actuaciones judiciales concretas que se dieron en este caso? La opinión pública tiene derecho a que de manera oficial se informe simplemente para protegerse de ese sistema en el que puedes ser acusado en falso y linchado de manera eficaz y contundente.

Hubo un médico que acusó a Diego Pastrana, que sabía el alcance de lo que firmaba y que ahora se desdirá de lo dicho y donde dijo Diego dirá vete a saber qué, pero que fue quien echó a rodar los abusos sexuales y los malos tratos, y que de esa forma encubría la mala práctica médica y la desidia profesional.

Hace unos días el perjudicado decía que alguien tiene que pagar por el daño que se le ha causado. No se trata de venganza, sino de estricta justicia, de legítima, de imprescindible reparación. Diego Pastrana tiene derecho a que en el mismo espacio donde se le condenó y libró al linchamiento público, aparezca su imagen y la expresa información de su acusación en falso. Pero no. Silencio. Silencio. Ominoso. Pasar la página. ¿Mejor no remover también aquí?

Éste es un hecho gravísimo que a estas alturas debería estar ya investigando la fiscalía porque excede en mucho un delito perseguible a instancia de parte, de honor, calumnias graves y demás filfas. Auténtica inseguridad ciudadana. La protección del perjudicado es un asunto de orden público, de seguridad legal que atañe al conjunto de un sistema judicial que hace aguas por todas partes, que lleva años haciendo aguas.