España vive enquistada en la crispación, una trágica enemistad a la que asistimos en los medios y en el Congreso: “maravilloso espectáculo”, ironizó su presidenta. La hemorragia del socialismo por su presunta corrupción podría tener efectos indeseables: su caída y el advenimiento de un gobierno tutelado por Vox. Y esto ocurre porque la política, como cualquier poder, se concibe como la supremacía de unos sobre otros: la derecha se siente superior y la izquierda se cree mejor.

Sin ser un oasis, Euskadi se libra de esta tormenta de resentimiento que bastante tuvimos en los años del terrorismo y su tiranía totalitaria. Contra la ola ultra, las fuerzas democráticas resisten con información y opinión, especialmente en la televisión pública. Y en eso está TVE con Mañaneros, en La 1, y Malas lenguas, en La 2, que ofrecen buenos resultados de audiencia.

Javier Ruiz y Jesús Cintora desarrollan un sesgo democrático, necesario para que la mayoría social no se rinda al empuje liberticida del odio y el populismo. En otras circunstancias no sería conveniente; pero sí ahora, al límite de la democracia. Llámalo autodefensa, sin ira. Se suma el mérito de Ruiz, Cintora y sus colaboradores (Ekaizer, Palomera, Aroca) a la trayectoria de Silvia Intxaurrondo en La hora de la 1 y de Xabier Fortes en La noche en 24 horas, ejemplos de diálogo sin estridencias.

Una democracia se hace invencible neutralizando sus debilidades. Los medios del neofranquismo, de Abascal a Ayuso, de Feijóo a Aznar, del liberalismo desalmado a la aristocracia judicial, son más poderosos que las defensas de los derechos humanos. Es urgente equilibrar fuerzas y no enmudecer. O el fascismo que atraviesa Europa y el mundo nos arrastrará hacia un brutal sistema autoritario.