EL otro día, el presidente del Estado plurinacional de Bolivia, Evo Morales, se descolgó con unas asombrosas declaraciones que han conmocionado a quienes las escucharon o les han prestado una atención en casi ningún caso libre de prejuicios.
El momento escogido no parece que haya sido el más adecuado: la inauguración de la cumbre internacional de pueblos indígenas sobre el cambio climático en Tiquipaya, junto a Cochabamba.
A estas alturas de nada sirve repetir lo que dijo Morales a propósito del consumo de pollos hormonados -en parte una leyenda que circula desde hace años- y de la "desviación en su ser como hombres" en sus consumidores varones, y de la calvicie europea, de la Coca-Cola, del Alka-seltzer, del uso de prendas de lana pura en lugar de chubasqueros de plástico o del de vasijas de barro en lugar de platos de material plástico que, por cierto, contamina a niveles en la práctica incontrolables el altiplano boliviano.
Tal y como dijeron los servicios informativos de la BBC, ese discurso arrancó miles de carcajadas entre el público que abarrotaba el estadio de Tiquipaya y otras tantas caras de asombro, tanto que hasta su edecán apenas pudo contener la risa. Los comentarios han sido para todos los gustos: desde la burla inducida por la redacción de las noticias hasta el quitarle importancia al hecho y hacer una llamada para ir al fondo de la cuestión.
Los periódicos bolivianos censuraron esa intervención, pero de manera más bien leve, en contra de lo que se esperaba. Otros medios de comunicación, lejos de Bolivia sobre todo, esperaban a Morales a parado para tacharlo como mínimo de patán incapaz de dirigir un país y representar a un Estado; no porque lo sea, sino porque es indio, porque sus reglas del juego político son otras y porque se aparta de las convenciones de la representación política correcta, uno de cuyos ingredientes es la mentira sistemática.
De hecho, quienes hayan seguido en directo algún discurso de Evo Morales sabrán de sus humoradas de grueso calibre que, en ocasiones, tienen como blanco hasta a su propio vicepresidente. Además, por lo visto ésta es la primera vez que Evo Morales lee un discurso que él no ha escrito. Tal vez no midiera el alcance de sus palabras ni reparara que su público, ese día, no era el habitual. Expresamente dijo que lo que acababa de decir, lo había leído, que "no es de Evo Morales". Esta aclaración se omite casi siempre, porque la noticia se da como se da, para obtener un resultado. Y cuando se publican las filmaciones del acto, nunca se dan enteras.
He oído que ésta es una de tantas "travesuras" de un gobernante y de sus más directos colaboradores a quienes, como al canciller Choquehuanca -quien sostuvo que la vida humana es secundaria con respecto a la vida de la naturaleza-, les importa una higa lo que piense o deje de pensar el mundo occidental, europeo, y los bolivianos q"aras (blancos o mestizos que no estén con ellos) de lo que ellos hagan, digan o dejen de decir, cosa en la que no reparamos lo suficiente. En el fondo, la simetría es exacta. A Occidente, su mundo, si no puede aprovecharse de él, tampoco le importa mucho. Las burlas que gasten los señoritos españoles están dirigidas a su clientela española, blanca, conservadora, por decir algo, que les jalea la faena y disfruta con las chacotas, no a los votantes de Evo Morales que lo han puesto en el palacio de Gobierno con un riguroso empleo del voto y de las urnas; y esas chanzas y esos insultos, a los masistas no les importan absolutamente nada. Están en otro mundo. Su proyecto político está por encima de errores y críticas o chanzas opositoras y extranjeras.
En estos momentos, la afirmación de la identidad andina o indígena originaria pasa por ensanchar el foso entre ésta y la mentalidad occidental. El llamado Pachakuti, la unión de los contrarios, propugnada hasta por el violento caudillo indigenista Zárate Willka, está quedando demasiado lejos.
Pero frente al mundo, que se cita en general, pero se refiere sobre todo a Europa, USA, los países alineados y sobre todo a tu confortable zorrera, donde no hay gobernante que no se ahorre idioteces en sus discursos, algunas de ellas criminales (José María Aznar y su guerra del Golfo), Morales ha quedado como un patán. Lamentablemente.
Salvo para quienes están dispuestos a perdonarle todo y a mirar para otra parte cuando las cosas del Palacio Quemado huelen a chamusquina, estos días, en Bolivia, las burlas no hacen sino repicar las sobremesas, los mentideros políticos y algunas páginas de periódicos, no demasiadas. Cosa ésta también curiosa.
De manera no siempre del todo velada, las burlas van dirigidas al blanco no de los pollos de Morales, sino de los homosexuales, destapando más los indecentes prejuicios de amplios sectores de la población que el desbarre presidencial. Desbocado o no, Morales ha hecho un flaco favor a un movimiento social en su lucha costosa por la conquista de derechos elementales. Y si bien ha sido aplaudido y enjuagado por sus incondicionales, ha sido duramente criticado por los movimientos sociales de los directamente aludidos.
Tal vez lo más lamentable de lo sucedido sea que esos despropósitos han ocultado el fondo de la cuestión del cambio climático, la propuesta, constitucional, de un bien vivir, la aseveración de que la causa fundamental del cambio climático es el sistema capitalista, la afirmación del indigenismo, de su cosmovisión y de la sabiduría campesina, el hambre, la emigración forzada por causa de los efectos del cambio climático y la explotación exhaustiva de la tierra, el subvertir el sentido de pertenencia a la tierra -los seres humanos pertenecen a la naturaleza y no viceversa con poderes ilimitados de explotación de esta-, la declaración de nulidad de los acuerdos de Copenhague y la vigencia de los de Kioto, los Derechos de la Madre Tierra... una mezcla de utopías y de factibles realidades que no son del agrado del mundo neoliberal.
No sé si lo sucedido es suficiente como para perder la confianza en un personaje en quien buena parte de los bolivianos y muchos que no lo son pusieron unas vagas esperanzas de realizaciones sociales de corte utópico, hasta ahora, en la medida en que la puesta en marcha de su proyecto político excede el marco geográfico y político del estado boliviano, pero lo cierto es que este confuso asunto ha puesto en guardia a quienes desde el exterior de Bolivia apoyaban sin reservas la irrupción de Morales en el panorama político.