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Disoluciones a la carta

COMO estaba previsto, las cosas del Sáhara se desgastan poco a poco, día a día, y se van disolviendo entre encuentros, declaraciones pomposas, solemnidades, datos contradictorios y siembra de dudas. Hasta Peter Bouckaert, director de Emergencias de Human Rights Watch parece rebajar el tono de las denuncias saharauis y revela datos desconocidos: hay abusos, sí, pero el ejército marroquí entró en el campamento del El Aaiún sin armas y no hay evidencia de que por parte saharaui haya más de dos muertos. ¿Verdad o mentira? ¿A quién creer? Eso sí, el humanrraig de guardia constata abusos y malos tratos, pero esos son tan habituales, tan constantes que a nadie interesan.

Está claro que los asuntos saharauis van a regresar enseguida al limbo en el que estaban. Unos a su campamento de Tinduf, sepultado en la lejanía del desierto argelino, y otros a la convivencia forzosa entre nativos y colonos, en El Aaiún.

Entre tanto, el Gobierno socialista español le da la razón al ministro del Interior marroquí que habla de la mano negra de Al Qaeda, y todos piden una investigación imparcial que saben imposible y adormecen sus conciencias con té moruno y ruidosas bajadas de pantalones.

¿Vetó Marruecos la presencia de la ministra de Asuntos Exteriores en territorio español por ser mujer, como se ha dicho, o esto también es mentira? ¿Y si es mentira, quién la ha propalado?

Entre tanto, los saharauis dicen estar dispuestos a ir a la guerra. A una guerra de inmolación porque ya antes de empuñar las armas son los perdedores, no frente a Marruecos, sino frente a un mundo europeo, rico, armado, abusivo cuando quiere y donde quiere, que reparte, como el cura los hisopazos, sus liberaciones y sus democracias y sus mejunjes bancarios, unas Naciones Unidas y un Consejo de Seguridad donde la conveniencia y la fuerza y el crimen de guerra a ella aparejados se camuflan de derecho y justicia de verdad podridos. A estas alturas, la pugna es algo más que la de David contra Goliat.

Entre toda esa mugre brilla, con la fuerza de la dignidad y la elegancia, la salida del Partido Socialista de Navarra del ex parlamentario Carlos Cristóbal, de quien se sabía su dedicación a la causa saharaui más callada, la de los proyectos educacionales concretos. Su gesto ha sido tan llamativo, tan hondo también, que por eso se ha evitado hablar de ello lo más posible.

Otrosí digo: que dadas las circunstancias, nadie habría podido imaginar la actualidad que iba a cobrar la libertad de expresión, a la amenazada me refiero, aunque también la de hablar en general. Por ejemplo, en el caso Dragó, a quien el Gobierno de Navarra de la derecha contrató para hablar de Baroja, plenamente consciente de que Dragó no había escrito una sola línea sobre Baroja en toda su vida, simplemente porque sabía que poner al artista en escena era tener asegurada la audiencia y la pegada de alguna gansada de categoría (que es su estilo más genuino). Eso lo dice todo sobre cuáles son las reglas de este juego repulsivo. Por eso se contrata a Sostres y a Belén Esteban, para que sus disparates y necedades atraigan audiencia.

¿Pensamientos políticamente incorrectos los de esta gente? Mentira. A no ser que la cuenta corriente, que sustituye con ventaja a la conciencia, sea esa preciada y admirada incorrección. En el caso Dragó, digo, con sus "zorritas", salió recientemente a relucir la libertad de expresión amenazada y se habló de inquisición y de quema de libros, ante cuya pira imaginaria se reunieron conspicuos y ardientes defensores de la libertad de expresión, que, oh cosa curiosa, callaron como muertos cuando un juez cerró de manera abusiva el periódico Egunkaria en el que los tribunales después de una investigación exhaustiva y una búsqueda interminable de pruebas que rozaban su falsedad (por la parte policial), no encontraron indicio alguno de los delitos por los que se había cerrado, de manera abusiva insisto, el periódico. Ni dijeron una palabra de defensa cuando lo cerraron ni cuando los acusados fueron absueltos. Al revés, en el primer caso, se regocijaron todo lo que quisieron y los archivos de radios y hemerotecas guardan perlas de las calumnias que algunos paladines de las libertades vertieron con total impunidad. País de tartufos, donde la retórica y el aplauso de los amiguetes y los matones convierte la mentira en verdad, y las cosas son ciertas o valiosas dependiendo del poder económico y social que tengamos.

Todo aquí huele a dos medidas, manga ancha para los míos, para mis secuaces, mis sayones y mis matones, y palo para el enemigo. Y para ser alguien hay que tener un enemigo, un capazo de las hostias, un apestado, o varios, que nos permita ejercer de buenos, de rectos, de justos, de profesionales de la libertad. ¿Incivilidad? Quiá. España, el intratable pueblo de cabreros del que hablaba el primo poeta de Esperanza Aguirre, y donde, con una propiedad absoluta, a la cainina se le llama sangría.

Dudo mucho de que a un ciudadano que no cuente con el apoyo expreso de Esperanza Aguirre y de sus secuaces se le permita referirse al rey de España con la expresión: "que le den por culo al Rey", y la indecencia se convierta en literatura y en conversaciones privadas. Lo saben los que han sido llevados a los tribunales por alegrías parecidas. Padrinos, sí, pero como los de la Cosa Nostra.

Desde hace años, algunos blogs sostenidos por editoriales de renombre y dirigidos por hampones del periodismo y la política, que echaban a rodar la injuria, la calumnia y la difamación impunes, se han convertido en ejemplos paladinescos de la libertad de expresión. Quien pretenda poner coto a ese estado de cosas es un enemigo de la libertad de expresión. No era ni es necesario aportar prueba alguna. Basta la acusación o el insulto anónimo, embozado, que es lo mismo. Y lo que hasta la víspera era delito, se ha convertido en un indiscutible modo social, sobre todo, si cuentas con el adecuado apoyo político. Las leyes para el gato. Las leyes son represivas y mis actos sólo son delictivos si me atrapan y me condenan en firme. Hablar de inseguridad jurídica es poco.

Otrosí segundo digo: que entre tanto leo la noticia (primera plana) de que en Estella, en un lotería comercial, hay un premio de 3.000 euros allí donde el célebre caballo Cagancho, astro indiscutible del rejoneo, deje caer su boñiga más lustrosa.