Santa Águeda y Yamiled
mañana será la víspera de Santa Águeda. Según la tradición ésta fue una joven siciliana de familia distinguida y de singular belleza que vivió en el siglo III. En un ambiente convulso de persecución a los cristianos, el senador Quintianus intentó poseerla. Ella no quiso argumentando que ya se había comprometido con Jesucristo y, en venganza, el senador ordenó que la torturaran y le cortaran los pechos. El otro día pusieron en televisión la película Diamante de sangre y allí también se veía cómo en la guerra civil de Sierra Leona a las madres de niños recién nacidos les cortaban los pechos para que no pudiesen amamantarlos y muriesen de hambre. Ellas también morían, desangradas.
Es terroríficamente habitual que en todas las situaciones de conflicto bélico las mujeres y los niños y niñas sean sistemáticamente víctimas de violaciones, secuestros, esclavitud, mutilaciones y todo tipo de barbaries, símplemente por ser mujeres y niños y estar ahí en ese momento.
Y es escalofriante ver también cómo en tiempos de paz y en circunstancias más normales la violencia de género es algo cotidiano y hasta considerado por algunos como cuestión cultural. Es el caso de la ablación, o mutilación del clítoris, por ejemplo, una práctica que cada año viola los derechos humanos de tres millones de niñas. El próximo domingo se celebrará el día internacional de la tolerancia cero ante esta terrible práctica.
Estos días estamos conociendo los terribles detalles del asesinato de Yamiled Giraldo, en el juicio que se está celebrando en Pamplona. La mataron por valiente y por denunciar la verdad. No tuvo escapatoria. Recibió seis tiros, dos de ellos en la cabeza. Su hijo de catorce años se libró porque al parecer falló el arma del asesino, que, por cierto, trata de defenderse diciendo que él sólo lo hizo por dinero. Es increíble hasta dónde puede llegar la crueldad del ser humano.
Yamiled, mis coplas de Santa Águeda de mañana serán para ti y para todas la Yamiled del mundo.