Cuestión de aniversarios
Mañana se cumple el 75 aniversario del comienzo oficial de la Guerra Civil española. El año pasado hizo 74 años del pistoletazo de aquella carnicería y el que viene hará 76. Con esto quiero decir que lo de los aniversarios y las celebraciones me parece un timo, una convención social y mediática, y un pingüe negocio para el que saca tajada de ello, en un lado o en otro de la trinchera. Porque de trincheras hay que seguir hablando. Parece imposible asomarse a lo sucedido en aquella fechas sin tomar partido, porque hasta mirando para otra parte o diciendo que aquello te importa una higa, lo estás tomando. Y líbrenos el patrón de los hospitales de los que ofician de objetivos. Quien pide "visiones no sectarias" está pidiendo que le cuenten algo que no le moleste, algo que no venga a agitar las aguas estancadas por décadas de historiografía oficial, algo que sea "de mal gusto" o "abra viejas heridas": pamemas todas en beneficio del bando al que el ejercicio de otra memoria que no sea la suya, molesta.
Y para muestra, el botón de lo sucedido con el documental que ha pasado estos días Tele-Madrid, obra de un historiador, Bullón de Mendoza, tan de derechas como la propia cadena en manos de la Aguirre y sus intelectuales de cámara. Ese documental, en el que se habla mucho del asesinato de Calvo Sotelo, concitó la respuesta altiva y docta del historiador Santos Juliá. Desde lo sucedido con el Diccionario Histórico Biográfico, de Anes, los profesionales del ramo parece como que le cuentan los pelos al conejo armado y se vigilan mutuamente a la caza de partidismos y sectarismos. No sabemos si por una cuestión de preservar la ortodoxia o la famosa verdad o porque entre unos y otros andan a la greña académica, que es una greña tan fea como habitual, disputándose parcelas del saber como si fueran piezas de cortijo. En esas pugnas se discute algo más que exactitudes históricas. Siempre.
Está claro que cada cual tiene su "verdad" de la historia, verdad revelada, verdad de obligado cumplimiento (la historia, esa histeria), y que esta cambia mucho según cual sea nuestra ideología. Parece difícil que quien oficia de heredero del franquismo (camuflado con urnas o trajes de aparato como los del corrupto Camps) tenga una idea siquiera favorable a la reescritura de la historia allí donde fue establecida como propaganda política y materia de culto. A los gobernantes navarros costó arrancarles unas declaraciones favorables al ejercicio de lo previsto en la ley de memoria histórica. Sus actuaciones fraudulentas son clamorosas. Hay comunidades en las que en cuestiones de memoria histórica impera la letra pequeña y donde las cosas significan lo mismo que hace 75 años.
Una memoria que choca con la desaparición de testigos directos de las atrocidades cometidas, con la destrucción u ocultamiento por parte de sus herederos de documentos escritos por protagonistas de aquellos hechos, y escritos precisamente con intención inequívoca de que su testimonio quedase (y pienso ahora en los diarios y memorias del conde de Rodezno que tuve ocasión de ver... por encima). Si fueron destruidos u ocultados (y pienso ahora en los libros o manuscritos o mecanoscritos desaparecidos de bibliotecas sobre las que pesa la declaración de bienes de interés cultural) sería porque recogían actuaciones que la mirada del presente juzga con poca benevolencia.
Y por lo que respecta a quienes el año pasado les importaba un carajo si las asociaciones que se empeñan en abrir y sacar a la luz fosas comunes y las mínimas historias personales de quienes en ellas están enterrados, este año, al calor de la celebración, se aprestan a rodar lo que haga falta (lo que ordenen sobre todo, con el asesoramiento de los historiadores de cabecera) con tal de conseguir una subvención sin las que ya no parece posible no ya ejercitar la memoria, sino llenar la cesta de la compra. Poco importa si la subvención equivale a una mordaza con gusto aceptada que impide echar una mirada crítica sobre el pasado, pero sobre todo sobre el riguroso presente. Y quien dice rodajes, dice publicaciones, conferencias, simposiums, jornadas o lo que sea menester que tenga previsto quien maneja los dineros. Y quien dice la Guerra Civil, dice la Conquista del Reino de Navarra. La historia, ese cerdo del que se aprovecha todo.
Otrosí digo o "Las flores de Germán". Hay cosas que corren el peligro (todas) de verse arrastradas en el chirrión de los días. Una de ellas fue la infamia perpetrada por la autoridad, en el peor estilo policiaco, al retirar las flores que unos ciudadanos de Pamplona pusieron en la estela que recuerda el asesinato de Germán Rodríguez, el 8 de julio de 1978, cuya autoría cabe atribuir a la policía que dio la orden inequívoca de disparar a matar. ¿Cuestión de limpieza en una ciudad que esos días está echa una mierda por mucho esfuerzo que pongan los servicios de limpieza? Mentira.
Quien dio la orden de quitar esas flores, el mismo día en que fueron colocadas, lo hizo con intención plena de ofender, de vengarse, de imponer, de fastidiar. El animus jodiendide esa acción injustificada está más que claro. ¿Fue la propia Barcina o fueron sus muchos mamporreros, empezando por el alcalde de Pamplona? Lo hicieron a una hora en la que las peñas estaban en la Plaza de Toros para evitar una respuesta contundente e inmediata. Quien quiera que fuera su verdadero autor lo hizo para herir a esa parte de la ciudadanía que reclama verdad, memoria y justicia, y para demostrar quién manda en Navarra, aunque eso mismo haya constituido su más eficaz autorretrato: algo propio de rufianes. Si ellos, los del UPSN, hubiesen sido heridos en su sensibilidad habríamos tenido un rasgado de vestiduras de tronada, habrían peligrado, como siempre, las mismísimas bases de la democracia (y todo eso).
Entiendo que para los herederos políticos del franquismo (por muy refrendado por las urnas que esté) sea difícil aceptar que alguien eche una mirada crítica sobre la actuación de las instancias gubernativas y de la Policía a su exclusivo servicio, entonces, ahora y pasado mañana. Ese recuerdo anual les resulta molesto, les afea el parque de atracciones y harán todo lo posible para impedirlo o para reducirlo a nada. Las flores han sido un aviso, más que un símbolo.