la imagen de Ilse Uyttersprot, una política del PP belga, practicando sexo, que es como se llama ahora a lo que hasta hace nada o no se llamaba o se hacía de otra manera, pero en lo más alto de uno de los torreones del Palacio Real de Olite, está dando la vuelta a Europa. Los comentarios también. Nos retratan y la galería de retratos hace ver que el deporte de echarse las manos a la cabeza con falsos puritanismos está alcanzado niveles de elite.
Practicar sexo, como quien practica puenting o torrenting o como se llame. Deporte de elite también éste, o de riesgo, eso depende de la fogosidad o del entusiasmo que se ponga en ello.
Pero volvamos a los comentarios. Unos atacan lo que en otro lugar defienden; y otros defienden lo que atacan desde sus propios púlpitos. Y el mirón que en este caso grabó la escena es, según los gustos, un voyeur despreciable o un reportero de la verdad y la justicia, y eso. Gamberrismo o antropología social... In-for-ma-ción... Dar la campanada...Triunfar en la sobremesa de la cuadrilla... A gustos, sí, pero también a freír puñetas.
La verdad es que la escena de la pareja resultaba asombrosa y sus protagonistas tenían su gracia, allí arriba, de cara a los secarrales del verano, con sus delirios, al margen de vacas y zurracapotes y del famoso peso de la historia.
Nunca pensé que inspiraran tales arrebatos de pasión unas piedras a las que se ha adornado siempre con juglares, trovadores, alquimistas, poetas y animales exóticos (bueno, los poetas también suelen serlo), princesas con cucuruchos de hadas, más unos con unas hueveras de campeonato y una pierna de un color y otra de otro. Los galgos y los halcones también hacían mucho efecto. Faltaban unos cuantos juglares de Kukuxumusu correteando por las torres para hacer del cuadro la publicidad más eficaz del culturismo propuesto por el Gobierno de Navarra en materia de cultura. Más lejos no pueden ir. ¿Teatro? Qué digo teatro, hardcore de lujo, como si estuviéramos en Hamburgo o en Amsterdam hace treinta años, que era cuando llamaban la atención estas cosas.
El que dirigía las atracciones turísticas de Navarra (y hacía de paso toda la carrera cultural personal que podía) en la época en que sucedieron los hechos, gran aficionado, habría estado en la gloria; pero ahora que se ha hecho público el mejor spot publicitario de la industria turística navarra, el maestro de ceremonias ya no está, aunque ya le habrán dado alguna canonjía de las que los políticos cesantes se reparten como el botín Alí Babá y los suyos en su cueva. Olite se puede convertir en lugar de peregrinación del sexo. Como la fuente de la Navarrería para los australianos y otros guiris, pero en erótico. Vendrán de todo el mundo a practicar lo impracticable, ese nuevo deporte de riesgo, extremo, que raya en lo circense, y habrá que tomar medidas, aunque estas cosas que se desmadran siempre acaban en carteles de prohibido el paso y en reclutamiento de matones o matonas de seguridad, que de la descortesía y la prepotencia hacen una porra verbal. Si ponen juglares para animar aquello no van a dar abasto. Un parque temático. Figuritas de alabastro. Como una barraca de feria, pero fija. Yo creo que no podemos pedir más. Navarra se proyecta en el mundo con trabajos de amor filmados y no perdidos.
Trabajos de amor, pero de otra clase, era lo que necesitaban los directivos del negocio nacional para una reforma constitucional que, al margen de los aplausos que recibió Uxue Barkos en el Congreso, no interesaron demasiado a una buena parte de la ciudadanía que vio que se trataba de asuntos económicos, siempre abstrusos y siempre irremediablemente perjudiciales para su bolsillo en última instancia, y no advirtió que ese ensayo de bombardeo ciudadano puede conducir a otras reformas de urgencia que, además de tocar o dejar de tocar el bolsillo de los ciudadanos, toquen otras cuestiones de fondo. ¡La muerte de la democracia! Vaya por Dios, que toca otra vez a rasgarse la vestiduras. A buenas horas.
Me pregunto si también le habrían aplaudido a Uxue Barkos los concejales del Ayuntamiento que, en un alarde de indignidad, le reprocharon utilizar su dolencia para excusas políticas. Pero está claro que además de corazón (eso no se puede poner en duda), aplaudimos o pateamos según conveniencia o según mercado. Eso al margen de que, como política, a esa mujer muy pocos le ganan a rasmia. Uxue Barkos tiene una curiosa y atractiva mezcla de coraje, estilo y eficacia. No es marrullera. Y eso, viendo el panorama, la hace destacar, y mucho. Resulta ejemplar en un tiempo en que los ejemplos de conducta política y cívica los ponen desde Valencia los de los trajes. Menudo contraste.
Y como todo no va a ser farsa, ni juego político amañado, aunque sirva para citar a una política que llama la atención por su decencia, cuando estoy escribiendo estas líneas me entero de que un avión se ha caído al mar cuando iba a aterrizar en la isla chilena de Juan Fernández, y eso me ha recordado un vuelo a la isla, hace ocho años, y las explicaciones que dio el piloto de porqué había problemas para aterrizar y no se podía hacer vuelo de aproximación porque a causa del viento podíamos correr el riesgo de estrellarnos contra los acantilados y había que dejarse caer sobre la pista de tierra de Bahía del Padre. Entonces el viaje no era una broma, ahora no sé.
Me entero sobre todo de que entre los fallecidos había gente que estaba dedicando su vida, o lo mejor de sus esfuerzos, a sacar adelante a los isleños de Juan Fernández, cuya costa fue arrasada en el tsunami de hace año y medio. Muchos isleños lo perdieron todo. Las labores de reconstrucción de la población de San Juan Bautista estaban resultando más costosas de lo previsto. Hay lugares, como Juan Fernández, que solo parecen salir de la inexistencia a golpe de calamidad, de una de esas calamidades que cuando dejan de ser novedad se olvidan o caen en el despeñadero burocrático. Juan Fernández, tan lejos y tan cerca en el recuerdo.